Querida Anne:
Llevaba algún tiempo deseando escribirte esta carta.
No sabía por dónde empezar.
Hace un par de años, leí por primera vez "Agnes Grey".
Desde entonces, la he releído un par de veces más.
¿Qué te puedo decir, Anne? ¿Habrá algo que yo no sepa de ti?
Puedes ver que la cabecera de mi blog está formada por imágenes de las distintas adaptaciones de la inmortal novela de tu hermana Emily, "Cumbres borrascosas". Y que la cabecera de mi otro blog tiene a los protagonistas de "Jane Eyre", la obra maestra de tu hermana Charlotte. Si te soy sincera, he leído más veces la historia de Jane que la historia de Agnes. Quizás porque he llegado a sentirme identificada con Jane. Su manera de ver el mundo es muy parecida a la mía.
No tengo hermanos.
Tú sí los tenías. Además de Charlotte y Emily, también tenías a Elizabeth, a María y a Branwell. Siempre quise conocer a Branwell.
Perdiste siendo muy niña a Elizabeth y a María. Tú eras la pequeña de la familia Bronte. Te quedaste también muy pronto sin madre. Sin duda, esas tragedias marcaron tu vida, querida Anne.
Me hubiera gustado conocerte en aquella época. Haber podido hablar contigo, aunque sólo fuera una vez. Visitar contigo los mágicos Reinos de Angria y Gondal. Esos lugares fueron tu refugio. Sé lo que es buscar un refugio en la imaginación cuando la vida te golpea duramente una y otra vez, querida Anne.
Estudiaste en la Escuela. Te preparaste para ser institutriz.
No podías conseguir un marido para ti. No te quedaba otro remedio que trabajar. Llena de ilusiones, empezaste a trabajar en Blake Hall para la familia Ingham. Tenías diecinueve años.
Las novelas de institutrices nos cuentan historias de cómo la institutriz enamora al duque, al conde o al marqués de turno y consigue que los niños que están a su cargo se encariñen de ella. La vida te enseñó que eso no solía pasar. No tuviste esa suerte, querida Anne. Los niños de los Ingham no te prestaban atención. No te hacían caso. Tuviste mucha paciencia con ellos. Querías llevarle por el buen camino. Educarles como debían ser educados. Pero no lo conseguiste. Te rendiste. A veces, hay que rendirse en la vida, Anne. Sobre todo, cuando estás peleando con un imposible. Y aquellos niños eran tu imposible.
Pero los niños de los Ingham fueron tu inspiración. De alguna forma, se puede decir que, gracias a ellos, escribiste tu primera novela. Agnes era la hija de un vicario. Busca la manera de salir de la miseria en la que vive su familia trabajando como institutriz. Se da cuenta de que las buenas intenciones no son suficientes para educar a unos niños mimados y maleducados. Tomaste como modelo tu experiencia real, Anne. No he leído una novela más realista que la tuya.
Busca de nuevo trabajo como institutriz. Esta vez, tuviste más suerte. El reverendo Edmund Robinson vivía cerca de York. Sus dos hijas se llamaban Bessy y Mary. Eran dos niñas muy traviesas. Pero aquellas pequeñas sí te escuchaban. No tardaste mucho en ganarte su cariño. Cuando te fuiste, sé que ellas te lloraron sinceramente de lo mucho que llegaron a quererte.
Querida Anne...
En tu vida no apareció nunca un duque, un marqués o un conde que se enamorase de ti. ¿Acaso nunca amaste, querida Anne? ¿Nunca fuiste amada?
¿Qué era tu vida? ¿Sólo fue escribir? ¿Sólo fueron las clases? ¿Nunca soñaste con algo más, Anne? ¿Nunca quisiste amar y ser amada?
Algo me dice que quisiste algo más. Lo puedo adivinar en la expresión de tu rostro.
Pasabas la vida escribiendo tus historias. Dándole clases a Bessy y a Mary. Paseando por la playa de Scarborough. ¿En qué pensabas mientras sentías el agua bañando la planta de tus pies? Tenías a tus hermanas. Y también tenías a Branwell. Fue como un John Reed y un Linton Heathcliff. Un niño mimado al que le consentías de todo. Tú y tus hermanas...
No es un reproche lo que te estoy haciendo, querida Anne. Es la realidad. Branwell creció como un salvaje. Vosotras le protegíais.
Decidiste, de buena fe, introducir a Branwell en la casa de los Robinson. Pensaste que él debía de trabajar también. El reverendo, que te conocía, dio por sentado que tu hermano era igual que tú y lo recibió de buen grado. ¡Trágico error! Tú no sabías lo que iba a pasar. ¡No tuviste la culpa! Y quiero pensar que nadie tuvo la culpa.
Branwell le daba clases de música al pequeño de los Robinson, Edmund. Era joven y bien parecido. Y tuvo la desgracia de enamorarse de la madre de su alumno, Lydia. Siendo correspondido por ella. Aquella escandalosa relación duró dos años. Perdiste tu trabajo, querida Anne. Tuviste que llorar muchas veces por culpa de las locuras de tu hermano. Y sabías que los Robinson también estaban sufriendo.
Después de eso, Branwell se precipitó, ante la mirada de impotencia tuya y de tus hermanas, al abismo. Empezó a beber aún más de lo que ya bebía. Y empezó a consumir opio. De aquella experiencia, escribiste "La inquilina de Wildfell Hall".
La historia de Helen, la protagonista, es muy parecida a otras tantas de las novelas románticas que solemos leer. Se casa con un libertino, en la creencia de que él va a cambiar gracias a su amor. Pero es mucho más realista que otras historias porque el libertino no se reforma y ella sufre por su culpa. La realidad se impone, a pesar del final feliz.
Tu vida, por desgracia, nunca tuvo un final feliz, querida Anne. Se ensañó cruelmente contigo. ¿Por qué lo hizo?
El 24 de septiembre de 1848, moría Branwell a la edad de 31 años. Le lloraste sinceramente. Pero quiero pensar que te alegraste al saber que él ya no sufriría más. Estaba muy enfermo, querida Anne.
Aún llorabas la muerte de Branwell cuando murió también Emily. El 28 de mayo de 1849, finalmente, morías tú también, querida Anne. Tú, Branwell y Emily moristeis de tuberculosis.
Te fuiste apagando poco a poco, como una vela. Sufrías al pensar que dejabas sola a tu querida hermana Charlotte. Ella no se movió de la cabecera de tu cama. Te cuidó hasta el último momento. Habíais estado los cuatro juntos. Y dejábais sola a Charlotte.
Estás enterrada en Scarborough. Quisiste ser enterrada allí. Porque quiero pensar que fuiste feliz viviendo en aquel hermoso sitio. Pero también sufriste mucho. Enterraste mucho sueños. Nunca sabremos de ellos, querida Anne.
Querida Anne, me despido de ti. Tus dos novelas te han convertido en un ser inmortal.
Aquí, en la Tierra, te recordamos. Te admiramos. Y no te olvidamos. Helen tuvo su final feliz. Agnes tuvo su final feliz. Sé que soñaste con tu propio final feliz, querida Anne. ¡Qué cruel es la vida!
Termino esta carta que hacía tiempo que quería escribirte.
Hola tienes un premio
ResponderEliminarhttp://podemos-juntos.blogspot.com.es/2012/12/premio-otorgado-por-la-soledad-este-blog.html
Un abrazo
Qué bonita carta, Lilian, me ha conmovido mucho porque quiero tanto a Anne; es decir, la admiro como escritora y persona, me parece que debió de ser una mujer excepcional. Ese párrafo final me ha dado mucha pena.
ResponderEliminarTe felicito por crear esta carta tan hermosa.
Besos.
Amiga mía!!!
ResponderEliminarpedazo de carta has escrito.
Linda y reque linda, seguro que Anne, este donde este, se sentirá muy orgullosa de leerla
Cuidate mucho
Besos
Hola Lilian, te puedo decir que concuerdo contigo en tu amor por esta mujer sorprendente, me gustó mucho tu carta. Aparte de esto me gustaría que pasaras por mi blog y te llevaras un pequeño premio que tengo para tu página, espero que te guste.
ResponderEliminarHola Lilian, preciosa carta-homenaje a esta gran mujer!!!Algunas palabras me han conmovido mucho!!!
ResponderEliminarte mando un fuerte beso y deseo que pases una feliz navidad!!!
Qué hermosa carta, llena de sentimientos y un poco triste!
ResponderEliminarPero la vida de esta autora y de sus famosas hermanas, tuvo ese tinte triste, porque sus vidas se apagaron jóvenes y poco se conoce sobre si alguna vez tuvieron la suerte de conocer realmente el amor que tan bien describían en sus novelas.
Besos.
http://www.youtube.com/watch?v=VW611wa4IWw
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