Me gustaría compartir con vosotros un relato muy cortito que escribí anoche.
Transcurre a principios del siglo XIX y tiene tintes románticos.
Se titula Irina.
Deseo de corazón que os guste.
ADVERTENCIA: Por problemas con el ordenador, no he podido poner una imagen a esta historia.
IRINA
ISLA DE VALAAM, EN EL ARCHIPIÉLAGO DE VALAAM, EN EL LAGO LÁDOGA, EN LA REPÚBLICA DE CARELIA, 1813
La condesa Irina Diatlova había llevado una vida realmente sobreprotegida.
Su hermano, el conde Markos Diatlov, era uno de los crápulas más conocidos en toda la República de Carelia.
Irina no había salido apenas de la magnífica mansión en la que vivía junto a su hermano. La madre de Markos y de Irina había muerto a las pocas semanas de nacer ésta última. No pudo recuperarse de un parto duro y penoso. El padre de ambos, el difunto conde, pasaba más tiempo en los antros de juego que en su casa. Había muerto cuando Irina tenía seis años. Markos sabía que el supuesto accidente que había terminado con la vida del anterior conde había sido, en realidad, un duelo. Pero no quiso contárselo a su hermana.
Irina creció y se convirtió en una hermosa joven, lo cual asustó mucho a Markos. Prácticamente, encerró a Irina entre los muros de su mansión. No la dejaba salir en ningún momento. Mientras, él continuaba con su vida llena de juergas y de excesos.
-Va a terminar igual que vuestro padre-le advirtió la mejor amiga de Irina y futura esposa de Markos, la duquesa Eloiza Búlgakova.
Habían salido a dar un paseo por uno de los bosques de coníferas que abundan en la isla.
-Lo sé-suspiró Irina.
-De no ser porque soy la prometida de Markos, no podrías ni salir a la calle-le recordó Eloiza-No te permiten respirar fuera. Eres una prisionera.
-¡Pero lo hace por mí! ¡No quiere que me ocurra nada malo! ¿No lo entiendes?
-Markos está siendo injusto contigo.
Irina tuvo que darle la razón a su futura cuñada cuando Markos le dijo, en una ocasión, que era demasiado dulce e inocente como para viajar a San Petersburgo.
-Pensaba que tendría allí mi puesta de largo-se sorprendió Irina.
Estaban en la biblioteca cuando Markos se lo comentó. Irina estaba a punto de convertirse en una solterona.
-Tendría que casarme-añadió.
-Ningún hombre merece la pena-le aseguró Markos.
Irina llevaba el cabello recogido en un moño a la moda, de estilo clásico. Su cabello era de color rubio dorado como el Sol. Llevaba puesto un vestido de color crema. Sin embargo, si seguía soltera, tendría que empezar a usar vestidos de colores más oscuros.
Muchos caballeros habían ido a visitarla en los últimos años. Muchos caballeros habían mostrado tener un gran interés en ella.
Incluso, le habían besado la mano.
-Mi hermana no quiere casarse con usted-le decía Markos.
De aquel modo, les desalentaba.
De aquel modo, en 1813, Irina había cumplido veintidós años. Y no daba muestras de haber encontrado al hombre con el que debía de compartir el resto de su vida.
Sin embargo, un hombre apareció de improviso en la vida de Irina. Estaba considerado como uno de los mejores partidos de todo el archipiélago. El conde Bezújov conocía a Irina desde hacía algún tiempo.
Decidió ir una tarde a visitar a Markos.
La discusión que ambos hombres mantuvieron se escuchó en toda la casa.
Irina estaba bordando en el salón en compañía de Eloiza.
De pronto, ambas escucharon a dos hombres dar voces. Irina le contó a Eloiza que su hermano había recibido una visita.
Irina oyó como gritaban su nombre. El corazón de la joven se detuvo. Supo que ella era el motivo de la discusión.
Eloiza apuntó a que Markos había recibido la visita de un hombre que aspiraba a ser su futuro cuñado.
-¿Tú crees?-le preguntó Irina con extrañeza.
-Amo a Markos con todo mi corazón-respondió Eloiza-Pero está siendo un egoísta.
Irina vio al conde Bezújov salir de la biblioteca de forma airada. La joven le conocía de haberle visto en varias ocasiones.
-¿Es ése tu pretendiente?-le preguntó Eloiza.
-No lo sé-respondió Irina-No creo que esté interesado en mí. ¡Soy una solterona!
-Markos te ha convertido en lo que no eres.
-Ningún hombre se interesaría ya por mí. Ni siquiera he tenido mi puesta de largo.
La relación entre Eloiza y Markos era un verdadero desastre. Él iba a visitarla todas las tardes. Sin embargo, no pensaba en renunciar a su estilo de vida disoluto. Eloiza no pensaba llevar la vida penosa que había llevado la difunta condesa Diatlova. Markos quería tenerla encerrada en su mansión. Igual que estaba haciendo con Irina. Eloiza tenía demasiado genio como para estar encerrada.
La joven decidió romper el compromiso. La noticia llenó de tristeza a Irina. No lo sentía por su hermano. Lo sentía por ella misma. Había perdido a su mejor amiga. Pero Eloiza le prometió que siempre estarían en contacto.
Al mismo tiempo que Eloiza salía de la vida de Markos, entraba en la vida de Irina el conde Bezújov.
Irina tuvo que reconocer que aquel hombre era distinto a todos los caballeros que habían ido a visitarla.
Iba a verla cuando Markos no estaba.
No se parecía en nada a su disoluto hermano. Y eso le gustó.
Quería casarse. Quería tener hijos. Hablaba de viajar a San Petersburgo, pero de vivir la mayor parte del año en Valaam. Era un hombre que siempre estaba de buen humor. Con sus ocurrencias, hacía reír a Irina.
Se les veía dando paseos por el bosque de coníferas en compañía de la doncella de la joven. No podían estar solos. Él respetaba mucho a Irina.
-Me gustaría casarme con usted-atacó.
-Tendría que hablar antes con mi hermano-le recordó la joven.
-No me dejará. Su hermano es demasiado posesivo con usted. Y eso no es bueno.
-No crea que no me he dado cuenta. Y no me gusta.
La doncella de Irina se había entretenido. Se estaba sacando una piedrecilla que se le había metido dentro del zapato.
En ese momento, Irina notó la mano del conde Bezújov rodeando su cintura.
-Irina...-susurró él-Yo...
La joven se puso tensa porque era la primera vez que alguien se le acercaba tanto.
-Esto no está nada bien-afirmó-No debería de hacer esas cosas. Es la primera vez que alguien demuestra tanto fervor hacia mí.
No pudo seguir hablando porque el conde la besó con suavidad en los labios.
El conde era un hombre de treinta años que había llevado una vida casi asceta. No se le conocían amantes. Había vivido por y para mantener sus tierras.
-Lo siento-se disculpó.
La belleza de Irina y su esbelto cuerpo que resaltaba el vestido de color amarillo que llevaba puesto le volvieron loco.
Pronto, se hizo habitual ver a Irina entrar en la catedral de Valaam cogida del brazo del conde Bezújov los domingos, cuando había Misa a las doce de la mañana. Markos estaba furioso.
-Ten mucho cuidado-le advirtió en una ocasión a Irina dentro de la catedral-No me gusta nada ese hombre. Sólo quiero que seas feliz.
-Tengo que casarme, hermano-le recordó Irina.
-Hay muchos hombres en toda Rusia. Hombres que serían mejores maridos que el conde.
-¿Y quiénes son esos hombres?
-Son hombres mayores. No sabes lo que es tener un padre, hermana. Esos hombres...
-Esos hombres son demasiado viejos para mí.
El conde acudía a Misa con su familia. No tardó en presentar a Irina a ésta. Iba a casarse con ella.
Los hermanos del conde estaban atónitos. Le recordaron la fama tan terrible que tenía el conde Diatlov. Le recordaron que Irina era más una prisionera que su hermana.
Era verdad. La joven le recordaba a un pajarillo. Estaba acostumbrado a vivir encerrado en una jaula. Pero, en el fondo, fantaseaba con ver mundo. Siguió yendo a visitar a Irina.
Era más que evidente que no pensaba rendirse. Soportó con estoicismo los insultos de Markos. Sus amenazas...Sus chantajes...
No era como los otros caballeros. No pensaba rendirse. No dudaba del amor que sentía Markos por Irina.
-Pero es algo egoísta-le recriminó una tarde en la biblioteca-Quiere tenerla encerrada entre estos muros. Usted está pensando en viajar a Petrozavodsk. Quiere divertirse allí. ¿Verdad que Irina nunca ha estado allí?
-¡Para usted es la condesa Diatlova!
-No es cierto. Ahora, es la condesa Diatlova. Pero no lo será por mucho tiempo. Será la condesa Bezújova. Nos vamos a casar.
-¡Por encima de mi cadáver! ¿Me ha entendido?
-Perfectamente...Pasaré gustoso por encima de su cadáver, señor.
Markos e Irina empezaron a discutir. De pronto, su sumisa hermana había cambiado. No estaba nada contenta con vivir en aquella jaula de oro. Hablaba de viajar.
Deseaba amar.
¿Acaso Markos no lo entendía?
Irina acudía a muy pocas reuniones. En todas aquellas reuniones, brillaba como la más hermosa de las estrellas. Pronto, toda la República de Carelia supo que el conde Bezújov estaba enamorado. Y que la joven que le había robado el corazón no era ni más ni menos que la encantadora Irina Diatlova.
Empezaron a asistir a fiestas. Iban a cenas. Acudían a bailes.
La joven condesa siempre había sido una de las mujeres más bellas de toda la República. Pero nunca había brillado en sociedad.
Bailaron una pieza en el baile que se celebró en la mansión de los Ivanovich.
Los Ivanovich estaban considerados como los mejores anfitriones de todo el archipiélago. Vivían cerca del Monasterio de Valaam. Y estaban emparentados con la familia de Eloiza. Los Búlgakov...
Fue una fiesta maravillosa. Irina pudo ver de nuevo a Eloiza. Aquel encuentro la llenó de alegría.
Se besaron en las mejillas nada más verse.
-¡Estás preciosa!-exclamó Eloiza al verla.
-He venido acompañada-le confesó Irina-No he venido con Markos.
-¿Es que te vas a casar?
-Todavía no lo sé.
Irina sintió un escalofrío cuando, más tarde, bailó el vals con el conde.
Éste rodeó la cintura de la joven con la mano y la apretó contra su cuerpo.
-Todo el mundo habla de nosotros-comentó Irina-Da por sentado que usted y yo nos vamos a casar, señor.
Se le había secado la garganta.
¿Era normal sentirse así? Un escalofrío recorrió su columna vertebral. Fuera, hacía mucho frío. Pero...Irina tenía mucho calor.
-Eso me lo tiene que decir usted, condesa-afirmó el conde-Tiene que decirme que va a ser mi esposa. Entonces, podríamos anunciar nuestro compromiso.
-Le ruego que me deje que lo piense-le pidió Irina-No le voy a mentir. Siento algo muy fuerte por usted, señor.
Y, ante el estupor del conde, Irina hizo algo. Algo que él no se esperaba.
Le dio un beso en la mejilla.
La siguiente vez que se vieron fue en el bosque de coníferas. Irina le había dado esquinazo a su doncella para poder verse a solas con el conde. Y lo logró.
-No sé lo que va a pasar entre nosotros-atacó la joven.
-Estoy enamorado de usted-le confesó el conde con sinceridad.
-Sólo quiero vivir este momento con intensidad. Quiero sentir que soy libre por primera vez en mi vida. Que puedo hacer lo que me plazca. Incluso, amar a quien yo quiera.
El beso que le dio el conde a Irina fue mucho más apasionado y más largo que el beso que le dio la primera vez.
Markos estaba fuera de sí.
Hizo lo imposible por separar a la pareja. Incluso, habló de meter a Irina en un convento. Todo fue inútil. En el fondo, el conde Diatlov lo sabía.
El conde Bezújov siguió yendo a visitar a Irina.
Cada día que pasaba estaba más enamorado de ella.
Le escribía cartas de amor. No le importaba verla en el jardín que rodeaba su mansión en compañía de su doncella. Sólo quería estar con Irina.
Hablaban de muchas cosas. Empezaron a tutearse. Irina escondía en el fondo del cajón de abajo de su mesilla de noche las cartas de amor que recibía del conde. También se veían a escondidas a la orilla del lago Ládoga. Trazaron muchos planes de futuro. El conde estaba pensando en casarse con Irina y así se lo dijo.
Los besos que se daban en aquellos encuentros secretos eran cada vez más apasionados.
Una tarde, los besos que se dieron fueron tan apasionados que Irina se dejó llevar. Al sentir los labios del conde besando su cuello, no lo dudó.
Se entregó a él.
Después, el conde hizo lo que debía de hacer.
Le preguntó a Irina si quería casarse con él. En realidad, llevaba mucho tiempo deseando hacerle aquella pregunta. Pero no se atrevía a dar aquel paso.
La joven aceptó.
La boda se celebró de manera discreta. Markos estaba muy disgustado por este enlace. Todavía le cuesta trabajo, a tres años de la boda, admitir que su hermana debía de seguir su camino.
Markos todavía sigue soltero. Y lo mismo puede decirse de Eloiza, quién tiene diecinueve años y sigue soltera. Mientras, Irina y el conde son un matrimonio muy feliz.
El conde ha resultado ser un amante muy apasionado.
Le gusta brindar a Irina de un gran placer.
Ella disfruta con todos los besos que le da su marido y con todas las caricias que sus manos le brindan. Disfruta cuando el conde llena de besos cada centímetro de su cuerpo.
Viven a caballo entre Valaam y Petrozavodsk. Se puede decir que Irina es una mujer libre.
FIN
Hola, ^_^ vengo de Adolescentealos28... donde ya me seguías, pero me he actualizado y me gustaría que continúes formando parte de todo, así que te invito a mi nueva casa, espero que te guste y te quedes ;)
ResponderEliminarVioletaPurpurina.blogspot.com
Bss de color Violeta...
Hay lecturas por las que vale la pena tener ojeras al día siguiente, la tuya es una de ellas.
ResponderEliminarTe invitamos de paso a participar en nuestro reto de Halloween, a ver si logramos que las palabras crezcan dentro de alguien como nunca imaginamos.
Un besazo.