miércoles, 30 de abril de 2014

GRANDES TÓPICOS DE LA NOVELA ROMÁNTICA: INVITADO ESPACIAL BEAU BRUMMELL

Hola a todos.
En la entrada de hoy, sigo desgranando algunos de los tópicos que vemos en nuestros novelas románticas favoritas.
Uno de esos tópicos es la presencia en varias de ellas de Beau Brummell.
Sobre este personaje me gustaría hablar más adelante a fondo. Pero, de momento, vamos a averiguar un poco más acerca de él.
Vivió en el Londres de la Regencia y nunca tuvo un trabajo, ya que lo único que hacía era gastar cantindades fuertes de dinero en buena ropa. Tan sólo se sabe que su padre fue secretario de un aristócrata y que él heredó una cuantiosa fortuna. Era un adicto a la última moda y, de hecho, se dedicó únicamente a vestirse bien, sabiéndose admirado y envidiado a partes iguales. Se sabe que fue íntimo amigo desde la infancia del que sería el Príncipe Regente. Usó esa amistad para perfeccionar la extravagante manera de vestir del Príncipe y, a cambio, éste le ayudó en todo lo que pudo.
Pero la buena vida le duró poco y, a la edad de treinta y ocho años, perdió el favor de su gran amigo, convertido ya en el Rey Jorge IV. Huyó de Inglaterra porque acumulaba demasiadas deudas y se vio en la ruina. El no poder vestir bien le desequilibró. Murió en la Baja Normandía en la miseria.
En la época en la que transcurren las novelas románticas que solemos leer sobre la Regencia, Beau Brummell está en su máximo apogeo. Es invitado a cuanta fiesta de la aristocracia se precie. Todo lo que él viste se pone automáticamente de moda y los demás caballeros corren a copiarle los modelos. El único que no necesita copiarle nada y a quien Beau Brummell envidia es el protagonista, el cual, a pesar de ser un libertino que no duerme en toda la noche porque se pasa la noche de juerga y en la cama de alguna cortesana/actriz/viuda/casada, que es su última amante, viste de manera elegante. Yo me pregunto cómo alguien que malgasta así su dinero en juergas y no visita sus tierras desde hace siglos es cada vez más y más rico.
La opinión de Beau Brummell es temida por todo el  mundo. Suele hacer comentarios irónicos acerca de la manera de vestir de algunos de los personajes. Irónicos rayano en lo hiriente...
La única que se libra de esta clase de comentarios, además del protagonista, es la protagonista, que, en ocasiones, suele baila con Beau Brummell, el cual alaba su buen gusto al vestir y coquetea con ella, dando a entender que le ha gustado. Tranquilos, no pasan de un baile.
El protagonista es gran amigo del Príncipe Regente y puede llegar a ser amigo de Beau Brummell.
El conocido como Árbitro de la Elegancia se deja caer con alguna que otra frecuencia en nuestras novelas románticas favoritas para que nos sumerjamos de lleno en el mundo de la Regencia.

 Retrato de Beau Brummell.

Más adelante, su biografía.

martes, 29 de abril de 2014

SEGUNDAS OPORTUNIDADES

Hola a todos.
Hacía algún tiempo que no subía ningún trozo de Segundas oportunidades. 
Así que he podido hoy subir un trozo, aunque sea corto.
En esta ocasión, vamos a ver cómo Mary se arma de valor cuando Jonathan va a visitarla y le cuenta la verdad.
¿Cómo reaccionará nuestro protagonista?

-Jonathan...-murmuró Mary-Hay una cosa que me gustaría decirte. Pero no sé por dónde empezar. Y tengo miedo de que se vaya a enfadar y mucho conmigo.
-¿De qué se trata?-inquirió el joven.
-Es sobre mí.
                          La visita de Jonathan pilló un tanto por sorpresa a Mary. El joven deseaba establecer un contacto más estrecho con aquella mujer tan solitaria. Le daba mucha pena verla. Intuía que algo espantoso debió de haberle pasado en su juventud.
                          Mary se dio cuenta de que estaba llorando.
-¿Se encuentra bien?-le preguntó Jonathan-¿Qué es lo que me quiere contar? Me está preocupando.
-Siéntate-respondió Mary con voz dulce-Yo he sido mala.
                         De la garganta de Mary empezaron a fluir las palabras.
                        Intentó detenerlas, pero no pudo.
                        Habló de cómo acudió a una fiesta una noche, cuando tenía veintitrés años, en compañía de su hermana Sarah.
                        De cómo salió al jardín a tomar el fresco. Y de cómo alguien emergió entre las sombras de la noche y la atacó. Mary juró que intentó defenderse, pero no pudo. Y nadie pudo oír sus gritos clamando ayuda.
-Todavía hoy le puedo sentir-contó Mary-Puedo sentir cómo rasgaba mi vestido de fiesta. Cómo me golpeaba y me tiraba del pelo. Cómo me tocaba por todas partes. Cómo me besó de un modo tan asqueroso que pensé que me iba a desmayar de asco. Me besó por toda la cara y yo lo único quería era morirme. ¡Yo no quería! ¡Juro por Dios que no quería! Le siento encima de mí. Y...Recuerdo el daño que me hizo al violarme. Me hizo tanto daño que chillé mucho. Llenó de golpes mi cuerpo al defenderme yo porque sólo quería irme de allí. Nunca antes había estado tan aterrada como aquella noche. Pero eso no fue lo peor.
                     Mary cerró los ojos y las lágrimas cayeron sin control por sus mejillas.
-Lo peor fue que aquel canalla dejó su semilla plantada en mi interior-añadió con la voz ahogada-Me quedé embarazada. ¡Y deseé morirme porque no quería llevar en mis entrañas al hijo del hombre que me había destrozado!
-¿Qué le pasó al bebé?-quiso saber Jonathan, con una sensación de sospecha entrando en su mente.
-Una amiga mía no podía ser madre. Así que, cuando le confié que estaba embarazada, se ofreció a quedarse con mi hijo. Ella y su marido lo criarían como si fueran suyo. Le dije a mis padres que mi amiga me había invitado a pasar una temporada con ella en su casa solariega. Se lo creyeron. Nunca les conté nada. ¡Me habrían repudiado! Habrían pensado que era mi culpa por salir sola al jardín sin compañía aquella maldita noche. Una vez en su casa...Los meses pasaron y yo me estaba volviendo loca al pensar que estaba gestando al hijo de un malnacido. No lo sentía como mío. Y...Una noche...Yo...Salí a buscar ruda. Deseaba sacar a mi hijo fuera de mí. ¡Yo estaba loca! No pensaba en lo que estaba haciendo.
                       Mary se dejó caer en una silla. Los recuerdos de aquella espantosa noche se agolparon en su mente.
                      Jonathan se acercó a ella con paso tambaleante. Tenía la sensación de que se iba a desmayar en cualquier momento.
-Su amiga...-balbuceó el joven-Se llama Eliza Lennon. ¿No es así?
                     ¡Por favor, Dios, que sea ella!, rezó en silencio, con el corazón latiéndole a gran velocidad.
-Sí...-murmuró Mary-Jonathan...No me odies.
                      Un nudo se formó en la garganta del joven. Después de mucho tiempo y casi sin darse cuenta, había encontrado lo que estaba buscando. A quien estaba buscando. Cayó de rodillas junto a la silla en la que estaba sentada Mary.
-Madre...-murmuró.
                        Mary, al escuchar aquella palabra, se fundió en un fuerte abrazo con su hijo. Los dos permanecieron largo rato abrazados, llorando.
                         Se separaron apenas unos centímetros.
-La culpa no fue tuya-le aseguró Jonathan-No estabas bien por la salvajada que hicieron contigo. No puedo odiarte cuando eres una víctima. Eres una víctima y no mereces que sigas sufriendo ni un instante más.
-¿Cómo puedes perdonarme?-sollozó Mary-Si yo...
-No estabas en tu sano juicio aquella noche, madre. Eso le puede pasar a cualquiera. Pero estoy bien. Estoy vivo. ¿Quién lo hizo?
-¿Por qué quieres saberlo?
-¡Para meterle dos tiros en la cabeza! Tiene que pagar por lo que te hizo. ¡Alguien debe de hacerte justicia! ¿Quién lo hizo?
-No lo sé. Estaba todo muy oscuro. No le vi la cara.
                       Mary alzó la mano y acarició con ella la mejilla de Jonathan. Volvieron a abrazarse con fuerza.
                       Mary se odió así misma por lo que acababa de contarle a Jonathan. Sí vio la cara del hombre que la violó. Sí sabía quién era él. Pero aquel hombre era peligroso. Y podía hacerle daño a Jonathan si se enteraba de la verdad.
-Tienes los ojos de color turquesa-le susurró-En mi familia, todos tenemos los ojos de color turquesa. Y otra cosa más...Tu sonrisa...Sonríes igual que tu tía Sarah, mi hermana.

lunes, 28 de abril de 2014

CRÍTICA DE "UNA DEUDA CON DELIA"

Hola a todos.
Llevaba algún tiempo deseando escribir la crítica de la novela Una deuda con Delia. 
La leí hace algún tiempo, pero este fin de semana la he releído y me he decidido a hacer la crítica.
Su autora se llama Bárbara Metzger y es una escritora estadounidense que basa muchas de sus novelas en la Inglaterra de la Regencia.
Todas sus novelas se caracterizan por ser bastante lights, es decir, por no tener ninguna escena de sexo explícito (puede haber algún que otro magreo y algún que otro beso apasionado) y porque todas poseen características propias del vodevil: enredos y gente entrando y saliendo. Le pone mucho humor a sus novelas y sus diálogos y párrafos destilan ironía.
Una deuda con Delia empieza de un modo más bien triste. Nuestro protagonista, lord Tyverne, más conocido como Ty, se encuentra en mitad del campo de batalla con una herida bastante grave, solo y desorientado, sin percatarse de que se halla tras las líneas enemigas. Ty está convencido de que va a morir hasta que aparece su salvador, el joven baronet George Croft, el cual le salva la vida al darle su arisco caballo para que huya. Ty lo hace, muy a su pesar. Durante la convalecencia, se entera de que su salvador ha muerto en combate. Ty se siente muy en deuda con él.
A partir de ese momento, se suceden los malentendidos. A manos de nuestro aristócrata llegan la correspondencia entre George y su hermana Delia. Erróneamente, Ty cree que Delia, una joven soltera, está embarazada y decide ir a verla para pedirle que se case con él y reconocer al niño que espera. Piensa que es su modo de saldar su deuda con George.
Sin embargo, no es Delia la que está embarazada, sino que lo es la prometida de George, Belinda, quien espera un hijo del difunto. Ajeno a esto y sin haberse recuperado del todo de su herida, Ty se presenta en la propiedad de George para pedirle matrimonio a Delia. Durante el tiempo que pasa allí, Ty tiene la oportunidad de conocer más a fondo a Delia y, de paso, a los peculiares personajes que la rodean.
Por supuesto, el amor no tardará mucho en surgir entre ambos.
Debo decir que ¡me ha encantado!
Se trata de una típica novela de la Regencia, pero sus personajes y el modo en el que está contada la hacen completamente diferente.
Ty no es el típico libertino que se ha hecho libertino por la mala relación que mantiene con su padre. Por encima de todas las cosas, está el Ejército. Ty intenta parecer frío, pero no lo es. En algunos momentos, debido a su casi desconocimiento de lo que está pasando dentro de la casa de Delia, hace que se sienta perdido. Balbucea mucho y no sabe cómo reaccionar ante ciertos acontecimientos. Todo lo que está pasando está escapando a su control. Se muestra mucho más humano que otros protagonistas de novelas románticas. Gana puntos el hecho de que no sea un libertino. Mantiene, efectivamente, una mala relación con su padre porque querer controlarlo todo. Tiene dos hermanos menores que él, un hermano que quiere casarse con una chica a la que conoció en una taberna y una hermana infelizmente casada.
Delia tampoco es la típica protagonista de novela romántica rebelde e independiente. Se ha visto obligada a madurar por las situaciones que se ve forzada a atravesar, como la muerte de sus padres y de su hermano George. A raíz de esto, al no haber un heredero varón, su odioso primo Clarence y su odiosa esposa quieren tomar posesión del que ha sido su hogar, a lo que Delia se niega. La joven siempre fue buena amiga de Belinda, la novia de George. Al quedarse embarazada de éste y ser expulsada de su casa, Delia la acoge y la cuida.
Ty y Delia se enamoran nada más verse. Pero es un amor que va surgiendo con el paso del tiempo. Me gusta que Delia sea quien ponga los puntos sobre las íes a Ty. Que no se derrita ante una mirada suya. Es una joven fuerte y decidida en lo relativo al hecho de que echarse el peso del mundo sobre los hombros, le pese a quien le pese, por su lealtad hacia la familia y por sus ideas claras y firmes.
No quiere que Ty se case con ella por obligación. Quiere una unión basada en el amor. En cierto modo, detesta al Ejército porque separó a Belinda y a George y porque, en cierto modo, piensa que mató a su hermano.
Los personajes son muy divertidos y actúan con mucha coherencia.
Tenemos a las dos tías de Delia y George, una de ellas no para de llorar y la otra no para de quejarse. Nos dan algunos momentos graciosos.
Tenemos también al caballo de George, un auténtico demonio encarnado en el cuerpo de un caballo, ya que se dedica a hacer la vida imposible tanto de los humanos como de los caballos con los que comparte cuadra y que nos brinda alguno de los mejores momentos de toda la novela.
En resumen, si queréis leer una novela diferente y fresca, con un héroe que es el polo opuesto a un libertino y con una heroína decidida de verdad, con unos secundarios divertidos y con momentos que te arrancarán más de una risa, ¡os la recomiendo!
Lo único que no me gustó fue el final, algo brusco para mi gusto.
Otro detalle a tener en cuenta es que esta novela es blanca nuclear, es decir, no encontrarán ninguna escena de sexo, ni ningún magreo.
¡Nada!
Eso supone un cambio refrescante porque cansa leer tantas novelas con mil páginas de sexo y la trama se queda estancada.
¡Una novela altamente recomendable para pasar un rato alegre y divertido!

NOTA: 9, 5

viernes, 25 de abril de 2014

LAS HERMANAS DE ÉL VOLUMEN 2

Hola a todos.
No hace mucho, hablé largo y tendido en este blog acerca de un conocido tópico de la novela romántica: la gran mayoría de los protagonistas tiene una hermana menor que él que practicamente vive encerrada en la casa de campo de la familia y a la que apenas ve porque se pasa la mayor parte del tiempo de juerga en juerga y de cama en cama de Londres.
Pero también nos encontramos con el caso de que el protagonista puede tener una hermana mayor. Puede ser que tenga de veinte años para arriba y que sea menor que él o que sea mayor que él en edad.
En este caso, se repite el mismo patrón que en el caso anterior.
Las hermanas justifican el comportamiento alocado del hermano.
-Pobrecito, nuestro padre se portó mal con él. (También se portó mal conmigo, pero eso no importa).
-Esa zorra le destrozó el corazón.
-Nuestra madre murió/nos abandonó y él lo pasó muy mal. (Yo también lo pasé mal, pero eso tampoco importa).
Sin embargo, en este caso, nos encontramos con algunos subgrupos:
-Las hermanas están casadas. En estos casos, casi siempre están casadas con los mejores amigos de él, por lo que da pie a todo un clásico: el protagonista y su cuñado hablando. El cuñado alabando la vida familiar, aunque echando de menos su época de Tenorio, y el protagonista diciendo que nunca se casará. Luego, viene otro clásico. El protagonista enamorado hasta las trancas de la heroína, pero no queriendo admitirlo y el cuñado aconsejándole. Poco sabemos de cómo fue la historia de amor entre el cuñado y la hermana. En estos casos, el matrimonio tiene dos o tres hijos y hay otro de camino que nace en un momento dado y que despierta la ternura de la protagonista. Los niños son encantadores, adoran a su tío y no tardarán en encariñarse con la protagonista.
-Las hermanas son unas solteronas, según los cánones de la época. Pero han sabido ganarse ellas mismas la vida. No tienen que depender de nadie para salir adelante. En estos casos, no aparece ningún galán en el horizonte. En Un error inconfesable, además de conocer la historia de amor que vive el vizconde de Althea con lady Madeline y de conocer la historia secundaria que vive Elizabeth, su hermana menor con mucho carácter, con su primo Miles, conocemos a la hermanastra mayor de ambos: Regina, quien está soltera y ha triunfado como pintora.
Hasta la fecha, no se sabe si aparecerá un hombre en la vida de Regina.
-Las hermanas están solteras y tienen un pasado. Puede que sean menores que el galán, pero las hermanas han cometido un error terrible en el pasado. Ese error puede estar relacionado con el hecho de haber tenido una relación con quién no debían y haberse quedado embarazadas. Casi siempre, las hermanas acaban sufriendo un aborto, ya sea espontáneo o ya sea porque alguien las hace abortas (accidentes, agresiones, etc). Han pasado gran parte de su juventud aisladas del mundo hasta que se hartan. Es lo que le pasa a Maggie, la hermana de Nicholas, el protagonista de Amantes furtivos. Maggie tuvo la desgracia de enamorarse de un indeseable que, encima, estaba casado. La sedujo y ella se quedó embarazada. Cuando se lo contó, éste la golpeó hasta hacerla abortar. Nicholas estuvo preso por matar a este tipejo y Maggie permaneció encerrada durante años en un convento hasta que decide abandonarlo y vivir.
-Las hermanas son viudas. Sí, han estado casadas. Amaron a sus maridos con todo su ser, pero también pudieron haber sido unas desdichadas en sus matrimonios. En estos casos, son pocas las hermanas que tienen hijos habidos de sus matrimonios. Casi siempre, están destinadas a vivir una historia de amor secundaria con uno de los amigos del protagonista, el cuál, a pesar de haberse acostado con todo bicho viviente, jura y perjura estar enamorado de ella desde hace siglos.
En ambos casos, las hermanas comparten otro detalle. Desean ver al protagonista casado con la protagonista. Harán de consejeras del amor con ambos y batallarán para conseguirlo.
Próximamente, seguiré hablando de más tópicos de nuestro género favorito.

 Porta de Un error inconfesable, de Emma Wildes. Aquí conocemos a las dos hermanas del vizconde de Althea, el protagonista: la menor, Elizabeth, protagonista de su propia historia de amor con Miles, y Regina, la hermana mayor, que es soltera y se gana la vida como pintora.

jueves, 24 de abril de 2014

PENÉLOPE

Hola a todos.
Navegando por Internet, he encontrado esta imagen de una dama joven y de buena familia.
Por sus facciones dulces y por la serenidad que desprende, bien podría ser la protagonista del último relato que he subido a este blog, Penélope Larreta Izaguirre.
La vida de Penélope da un giro brusco a lo largo de varios meses.
Vive junto con su madre viuda en el caserío de su prima Liliana y del marido de ésta, Jorge, convertido en el conde de Garay tras la muerte de su hermano Mikel durante los últimos días de la Guerra de Sucesión. Liliana está viviendo un momento dulce tras haber dado a luz al heredero del condado de Garay.
Pero el bebé no vive más de un mes y, para colmo de males, Mikel está vivo y regresa. Penélope permanece en el caserío al lado de su prima, a la que está muy unida.
El carácter tranquilo y apacible de Penélope, unida a su angelical belleza, despierta la atención de Mikel, quien se enamora de ella. Un sentimiento que es correspondido. Penélpe pasa de ser la prima de la condesa de Garay a ser ella la condesa de Garay.
Os dejo con la foto en cuestión y me decís lo que opináis.
¿Podría ser la joven dama de la foto Penélope Larreta Izaguirre?

miércoles, 23 de abril de 2014

CUENTA ATRÁS PARA EL DESASTRE

Hola a todos.
Hacía mucho que no hablaba en este blog de mi novela Con el corazón roto. 
En realidad, son una serie de novelas.
Se me ocurrió que Olivia, la protagonista, tuviera dos hermanos mayores que ella, Dillon y Tyler, que se habían ido a Inglaterra. Sólo se sabría de ellos por las cartas que recibían ella y su padre y por comentarios que se hiciesen. Pero quedaba la historia coja de ahí porque sus hermanos están muy apegados a su pueblo. Al menos, yo los imaginé apegados a su tierra.
Para irse de allí tenía que haber un motivo muy fuerte para hacerlo. Y en eso estoy trabajando.
En la novela, también hablo de las vivencias de Dillon y Tyler en Londres. La sociedad inglesa supone un violento contraste para ellos en comparación con San Ezequiel (el nombre que tiene Streetman cuando Sarah y Sean llegan allí, Texas formaba parte en aquella época de México), el pueblo pequeño texano donde nacieron y crecieron.
En Londres, los dos hermanos salen adelante por separado y tratan de rehacer sus vidas en el terreno sentimental, ya que llegan allí con el corazón hecho pedazos por distintos motivos.
Dillon cometerá un terrible error.
Dillon se enamoró en San Ezequiel de quien no debía y tuvo que huir de allí para salvar la vida de su familia, después de que le amenazaran.
Deseando olvidar a la joven que lleva metida en su corazón, Dillon se fija en lady Cordelia, una joven debutante de la alta sociedad, hijastra de un aristócrata. Lady Cordelia es una joven de diecisiete años que ha estado muy protegida por su madre y por su padrastro. A pesar de llevar el apellido de éste, de ser hermosa y de tener una buena dote, la sociedad la rechaza por ser bastarda. Ello la ha llevado a vivir un poco encerrada en sí misma. Cordelia ha recibido una educación rígida y se comporta como se espera en una señorita. Es seria y correcta. Sin embargo, no puede evitar enamorarse de este joven texano que es rechazado de plano por su familia. Por él, está dispuesta a hacer cualquier cosa. El problema viene cuando Dillon, a pesar de lo mucho que se esfuerza, no puede corresponder al amor que le profesa Cordelia.
Podríamos decir que también pesan las diferencias entre ambos y la mala relación que Dillon tiene con la familia de Cordelia. Pero también está el hecho de que, muy a su pesar, Dillon sigue enamorado de otra mujer.
De ahí el título de la entrada porque no hay nada peor que estar al lado de alguien que no te ama y que lleva a otra persona en su pensamiento.
Es posible que esta relación pueda acabar abocada al fracaso. ¿O no? ¿Podría Dillon ser capaz de olvidar y ser feliz al lado de Cordelia?

 Lady Cordelia.

 Dillon.

martes, 22 de abril de 2014

UN CURIOSO TEST DE EMBARAZO

Hola a todos.
Navegando por Internet, se me ha ocurrido hacer esta curiosa entrada.
Hemos visto en la tele anuncios de test de embarazos que, incluso, te pueden decir de cuantas semanas estás embarazada.
En el antiguo Egipto, existía un método para adivinar, no sólo si la mujer iba a ser madre o no iba a ser madre. También podía adivinar el sexo del bebé que podía estar en camino.
En el antiguo Egipto, para saber si una mujer estaba embaraza o no estaba embarazada se la hacía orinar sobre semillas de trigo y de cebada. Al cabo de unos días, si no germinaba nada, no estaba embarazada. Si germinaban las semillas de trigo, significaba que sí estaba embarazada y que iba a dar a luz una niña. Si germinaban las semillas de cebada, significaba también que estaba embarazada, pero que iba a dar a luz a un niño.
Es un método muy curioso y que, a día de hoy, carece de valor científico alguno.
Pero nunca está de más conocer estos peculiares test de embarazo que se llevaban a cabo hace miles de años.
Aunque sea una entrada algo chorra, me apetecía compartirla con vosotros.
Contadme lo que opináis de este peculiar método.

domingo, 20 de abril de 2014

EPÍLOGO DE "LA NOVIA"

Hola a todos.
Me he decidido a hacerle un epílogo a mi cuento La novia. 
Espero que os guste.

                       En el pasado, Mikel había besado a otras mujeres. Sin embargo, no era nada comparado con los sentimientos que se apoderaban de él cuando besaba a Penélope. La manera en la que ella le besaba le hacía recuperar el tiempo perdido. Los besos que Penélope le daba en la intimidad de su alcoba le hacían regresar a la vida.
                       Había pasado un año desde la muerte del hijo de Liliana y de Jorge. Aquella tarde, Jorge acudió al cementerio solo a visitar la tumba del niño. Liliana no le acompañó. Se quedó encerrada en el caserón. No se sentía con fuerzas para visitar la tumba de su hijo. Las pesadillas sobre el día en el que el niño murió la atormentaban. Y ver a Penélope y a Mikel felices le hacía sentirse más desdichada.
                      Su tía doña Elisa la encontró acurrucada en el sillón del salón. Se sentó a su lado.
-Me destroza el corazón verte tan triste, cariño-le dijo-Ya ha pasado un año.
-Era mi hijo, tía-le recordó Liliana-No podré tener más hijos después de haberle perdido.
-Antes de tener a Penélope, perdí un bebé. El dolor no se supera nunca, pero el paso del tiempo hace que se mitigue.
-No creo que eso me pase.
                        En aquel momento, Penélope entró en el salón. Regresaba con su doncella de haber ido a hacer una visita a Lekeitio. Su rostro estaba iluminado de una manera extraña. Desde hacía algo más de un mes que no le bajaba el periodo. Su mano estaba posada en su vientre, todavía plano.
                        Liliana alzó la mirada para ver a Penélope. De pronto, tuvo la sensación de que estaba viéndose así misma tiempo atrás.
-No has ido a Lekeitio a visitar a una amiga-afirmó Liliana-¿Dónde has estado?
                       Penélope esbozó su sonrisa más radiante. Doña Elisa lanzó un grito de alegría al escuchar la noticia. Dentro de unos meses, su hija la haría abuela. Liliana tuvo la sensación de que el salón le daba vueltas.
-¿Qué está pasando aquí?-preguntó Mikel, saliendo del despacho.
                      Había recibido una carta de Mercedes. En ella, su hermana le decía que se alegraba muchísimo de saber que estaba vivo.
                       Entonces, Penélope le contó lo que estaba pasando. Había ido a visitar a una comadrona a Lekeitio. Había confirmado las sospechas que llevaba algún tiempo (unas semanas) albergando en lo más profundo de su ser.
-¡Vamos a ser padres!-anunció Penélope riendo de felicidad.
                    Mikel tardó unos segundos en reaccionar. De pronto, pareció entender lo que acababa de comunicarle Penélope. Lanzó un grito de alegría. Alzó en brazos a Penélope. Llenó de besos su cara. La besó de manera apasionada y profunda. Aquel beso arrancó lágrimas de los ojos de Liliana.
                        En el fondo, se alegraba por su prima.
-Podría ser un niño-dijo Mikel-Pero también podría ser una niña.
                        El sexo del bebé no le importaba. Sólo le importaba que naciera sano. Y que tanto Penélope como el bebé estuvieran bien.
                         Liliana se levantó del sillón en el que había permanecido sentada. Se acercó a Penélope y a Mikel. Esbozó una sonrisa triste, pero, al mismo tiempo, alegre.
-Me alegro muchísimo por vosotros-dijo-Os lo merecéis. Os amáis mucho. Los hijos han de ser fruto del amor.
-Prima, tú también podrías tener otro hijo-le auguró Penélope-No hagas caso de lo que diga el médico. Jorge y tú os queréis, aunque digas lo contrario.
-No sé qué pensar.
                    Liliana salió a dar un paseo por la playa. Necesitaba estar sola.
                   Tenía muchas cosas en las que pensar. En cuestión de un año, había dejado de ser la condesa de Garay.
                     Penélope iba a ser madre. Iba a dar a luz a la heredera o al heredero del conde de Garay.
                    Liliana y Jorge seguían viviendo en el caserío. No habían pensado en abandonarlo todavía. Antes o después, Jorge vendrá, pensó Liliana. Entonces, tendría una larga conversación con él.
                     Se detuvo. Miró hacia atrás. Vio a Penélope y a Mikel caminando por la playa. Se detuvieron para fundirse en un beso largo y profundo. Acabaron abrazándose, sintiéndose los más felices del mundo. Sintiendo que lo tenían todo. Se tenían el uno al otro.



FIN



sábado, 19 de abril de 2014

ALGUNAS HISTORIAS QUE ME GUSTARÍA LEER

Hola a todos.
Una de las sagas de novela romántica más celebras son las ocho novelas que protagonizan la familia Bridgerton.
Está compuesta por ocho hermanos, hijos del vizconde de Bridgerton, lord Edmund, y de su esposa lady Viola.
Los ocho hermanos, cuatro chicos y cuatro chicas, tienen la peculiaridad de seguir el alfabeto en sus nombres, ya que empiezan por la A y acaban en la H. Ya hizo la grandísima Lady Confidencia una reflexión acerca de lo que habría pasado de no haber muerto lord Edmund y haber tenido una quinta hija (la novena) con lady Viola), si se habría llamado Imogen (a la H le sigue la I).
Anthony, Benedict, Colin, Daphne, Francesca, Eloise, Gregory y Hyacinth protagonizan cada uno su propia historia de amor.
Pero hay historias de gente que les rodea y que me habría gustado leer.
-Me habría gustado leer cómo sigue la relación incipiente que surge entre Edwina (la hermana menor de Kate, esposa de Anthony) con un tal señor Bagwell. Por cierto, Edwina sólo aparece en El vizconde que me amó. Después, no volvemos a saber de ella.
-Me habría gustado que alguien le hubiese bajado los humos a Rosalind y que Possy hubiese encontrado el amor. Rosalind y Possy son las hermanastras de Sophie, la joven que hace que Benedict siente la cabeza en Te doy mi corazón. 

SPOILER.

Al final de la novela, Possy se rebela contra la odiosa de su madre y se pone del lado de Sophie. La madre la repudia, pero lady Viola la invita a quedarse en su casa. Después, no volvemos a saber más nada de ella.

-Me habría gustado leer alguna historia protagonizada por una de las hermanas de Penélope.
-Me habría gustado leer la historia de amor que surge entre Richard y Hermione (hermano y mejor amiga de Lucy, la protagonista de Buscando esposa). 
-¿Tendrán los hijos de los Bridgerton historia propia?

Otras cosas al margen de la saga son que me habría gustado que Francesca no hubiese abortado el hijo que espera de John, su primer marido. Y que Cressida tuviera que largarse al Polo Norte porque no la soporta nadie. Esto último es broma. Pero lo primero es cierto. No me pareció justo que Francesca perdiera el hijo que esperaba de John cuando ese niño era su mayor consuelo tras la muerte de su esposo, al que tanto quiso.
Y que, aunque supiéramos quién es Lady Confidencia, que hubiese seguido en activo, haciéndonos reír y reflexionar con sus agudos artículos.
Espero que Julia Quinn se anime algún día a escribir una de estas historias.


 Portada de Seduciendo a Mister Bridgerton. 

Cuenta la historia de amor entre Colin y Penélope. Es mi novela favorita de toda la saga. Los protagonistas se conocen desde que eran niños y adoro la manera apasionada y dulce con la que Colin le demuestra su amor a Penélope.

lunes, 14 de abril de 2014

FRAGMENTO DE "SILENCIOS"

Hola a todos.
Hoy, me gustaría compartir con vosotros un fragmento de una antigua historia mía.
Se llama Silencios. 
Cuenta la historia de Hermione, una joven de buena familia que vive en una isla escocesa en el siglo XIX con sus padres y con su hermana mayor, Calixta. Dos sucesos cambiarán para siempre la vida de Hermione: el suicidio de Calixta y la relación amorosa que inicia con Edmund, el hermano de su mejor amiga, lo cual cambiará la relación existente entre ambas.
Me gustaría poder publicar algún día esta historia. Es bastante corta.
De momento, sólo verá la luz en este blog este fragmento.
El título hace alusión a todo lo que nos guardamos dentro de nosotros. El suicidio de Calixta, motivado por sus propios demonios personales, incapaces de sacar fuera. La relación amorosa que inician Hermione y Edmund, de la que su familia no sabe nada. Los celos que experimenta la posesiva hermana de Edmund y mejor amiga de Hermione.
Espero que os guste el fragmento que voy a subir.
Me falta pulirlo mucho.

   


                        A pesar de los diez años que se llevaban de diferencia, las hermanas Calixta y Hermione Watkins compartían habitación.
-Casi prefiero que durmamos juntas-le decía Hermione a Calixta todas las noches antes de acostarse-Así puedo hablar contigo.
-Te gusta demasiado hablar-le sonreía Calixta-Y no me dejas dormir. Luego, no hay quien te levante por las mañanas. A mí me pasa lo mismo.
            Hermione se echaba a reír.
            La futura puesta de largo de Hermione era el tema de conversación principal de la familia Watkins. El mayor deseo de sus padres era verla casada con un buen partido. No habían conseguido casar a Calixta, la cual, a sus veintisiete años recién cumplidos, se había convertido en toda una solterona.
            Aquella noche, Calixta entró en la habitación que compartía con Hermione y encontró a su hermana dando cuenta de una caja de galletas.
-¡Están buenísimas!-afirmó Hermione.
-No tengo hambre-replicó Calixta-Te agradezco el gesto.
-Lo que tú necesitas en estos momentos es un pretendiente. Un hombre. Aún eres joven y bella. Si no te casas es porque no quieres.
-Me han destrozado el corazón demasiadas veces. No tengo ganas de volver a complicarme la vida por culpa de un hombre. Gracias.
            Las mejillas de Calixta estaban encendidas. No le gustaba pensar en la posibilidad de iniciar un romance con alguien.
            A escondidas de Hermione, había empezado a tomar laúdano para conseguir conciliar el sueño por las noches. Desde la ruptura de su último compromiso, Calixta sufría de insomnio y el laúdano la ayudaba a dormir.
            Hermione dejó a un lado la caja de galletas. Se acercó a su hermana tras ponerse de pie. Por algún extraño motivo que Calixta no entendía, Hermione la adoraba. Creía que todo en ella era perfecto. Según Hermione, Calixta era toda una belleza. Pero la joven no se llamaba a engaños. Nunca había sido guapa. Nunca había triunfado en su debut en Londres. Era un fracaso. Sus padres no se lo decían con palabras. Pero se lo decían con los ojos. Que era mucho peor. Echaba de menos los besos que había recibido. Estaba segura de que jamás volvería a besar a nadie. Y ello le rompía el corazón.
            Era Calixta, La solterona de La isla.
            Solterona…
            Odiaba esa palabra. Sonaba cruel en sus oídos. Solterona…Solterona…
            ¿Acaso no volvería a sentirse abrazada por un apuesto caballero? La sensación de sentirse vulnerable…¿Jamás la volvería a experimentar? Dulcemente vulnerable… ¿Nunca más volvería a enamorarse?
            Ya había visto a los caballeros acercarse a Hermione para besarle las manos y la ignoraban a ella. A Calixta…
-Siéntate-le pidió Hermione-Voy a cepillarte el pelo. Me gusta hacerlo. Tú me lo hacías a mí cuando era pequeña. ¿Te acuerdas? Además, me gusta cepillarte el pelo. ¡Lo tienes tan bonito! Me gustaría parecerme más a ti. Ser como tú…
-Hermey…-protestó Calixta-No quiero que te parezcas en nada a mí. No soy guapa. No soy deseable.
-Has tenido mala suerte en el amor. Eso le puede pasar a cualquiera. Pero no te menosprecies a ti misma, Callie. Tienes muchas virtudes.
-¿Ah, sí? ¡Dime una de esas supuestas virtudes, anda!
-Pues…¡Tienes el cabello más bonito que jamás he visto! Cuando lo llevas suelto, parece auténticas llamaradas de fuego. ¡Me gusta mucho!
            Calixta bufó. A través del cristal del espejo, pudo observar mejor a Hermione. La muchacha comenzó a soltarle el moño a Calixta y a deshacer sus largas trenzas pelirrojas que le cubrían la mitad de la espalda. Aún no podía entender el porqué su hermana no se había casado. Calixta era una auténtica belleza. Pero sólo había sabido atraer a su lado a lo peor de lo peor. Todos sus prometidos eran abominables.
            Hermione era el vivo retrato de mistress Watkins, la madre de las jóvenes. En su juventud, mistress Watkins había sido una belleza. Y, según opinaban los vecinos, Hermione estaba destinada a superar la belleza de su madre. Su mejor amiga, Lucy, sentía celos de ella. Pero no debía de sentirse de esa forma. Después de todo, Lucy tenía novio e iba a casarse con él. En cambio, Hermione sólo era pretendida por unos pocos caballeros de la isla. Nada más.
            Hermione tenía la piel suave tras la desaparición de los molestos granos típicos de la adolescencia. Su cabello era de un suave tono rubio muy claro que recordaba a los rayos de Sol en invierno. Sus ojos eran de un profundo tono verde esmeralda. Era una jovencita encantadora. Pero no se veía así. De vez en cuando, Hermione tenía que luchar contra el acné. Le salía un grano en la frente. O le salía un grano en la barbilla. No era perfecta. Y no quería ser tampoco perfecta.
            Hermione le pasaba con cuidado el cepillo a Calixta por el pelo, procurando no darle tirones. Calixta era su modelo a seguir. La joven notó cómo su hermana pequeña estaba temblando. Le dio unos pequeños tirones de pelo, pero no protestó.
-No hago otra cosa más que pensar en lo que me espera en Londres en otoño-le confesó Hermione-Nunca he estado allí. Nunca he salido de La isla. Tengo miedo de que la gente se ría de mí. ¡Seguro que hay allí chicas que son mucho más guapas que yo! ¡Sé que acabaré haciendo el ridículo!
            A sus diecisiete años, Hermione no sabía lo que le deparaba Londres. En unas semanas, cumpliría dieciocho años. Sus padres pensaban celebrarlo con una sencilla fiesta.
-Nuestro padre se encargará de protegerte de los caza-fortunas durante el tiempo que estemos allí-la tranquilizó Calixta-Harás una buena boda. Y no hay nada más que hablar. Es normal que estés nerviosa. No he sido un buen ejemplo para ti. Soy una solterona. Pero a ti no te pasará lo mismo, Hermey. Cuando estés en Londres, quiero que vayas a todos los bailes que se celebren allí.
-Puede que no llame la atención de nadie-comentó Hermione-Puede que nunca me case. Puede que no reciba ninguna proposición. ¿Tan importante es que me case o que me quede a vestir Santos?
            Calixta apartó un mechón de pelo que le tapaba la frente. Su pelo era muy rebelde. Le costaba llegar al final del día con el moño intocable. Hermione, en cambio, nunca se despeinaba. Todavía llevaba el pelo suelto. Aún podía llevar el pelo recogido en trenzas. Era todavía una niña. Calixta se la quedó mirando fijamente. Se puso de pie. Le cogió las manos. A veces, tenía la sensación de que Hermione dependía de ella más de lo que pensaba.
-Tú te casarás con un buen partido-le aseguró a la muchacha-Eso seguro. Tú no eres como yo. Tú tienes belleza y talento. Vas a tener a muchos hombres haciendo cola en Almacks para sacarte a bailar. Cuando hallas terminado la temporada, seguro que habrás recibido una multitud de ofertas de matrimonio. Y te decantarás por el hombre que más te convenga. Habrás causado sensación, hermanita.
           
            A pesar de que faltaban meses para la presentación en sociedad de Hermione, mistress Watkins había mandado llamar a la modista. El vestuario de Hermione iba a ser remodelado, según ella. Su hija tenía que vestir a la última moda. La muchacha aguantó con estoicismo que le tomaran medidas. Tuvo que ver numerosas telas. Se decantó, al final, por varias. Le hicieron muchas pruebas. Nunca se quejaba.
-Estése quieta, miss Watkins-le decía la modista.
            Calixta oía a su hermana hablar con la modista desde la habitación.
-Podría ser una buena modelo-apostillaba la modista.
            Oía a Hermione reírse. Calixta iba vestida con el camisón y la bata. No quería vestirse. Tampoco quería salir de la habitación. Recordaba la ilusión con la que afrontó la remodelación de su vestuario a raíz de su puesta de largo.
            Oyó llegar a la mejor amiga de Hermione, Lucy, a casa. La puerta se abrió. Se cerró.
            Creyó ver a Lucy y a Hermione fundidas en un fuerte abrazo. Creía ver a Lucy besando a Hermione en las mejillas.
            Hermione le enseñó a su amiga las telas con las que pensaba hacerse los vestidos nuevos. Lucy hizo grandes aspavientos. Había en la habitación de Hermione telas de toda clase de colores. Azules…Blancas…Verdes…Rosas…Hermione iba a estar preciosa con sus vestidos nuevos. Así se lo dijo. Pero la muchacha no estaba del todo convencida. Se sentía mal porque aún tenía que combatir el acné. Porque no sabía bailar bien…
-Voy a fracasar, Lucy-le dijo a su amiga-Voy a Londres a ponerme en evidencia.
            Lucy le aseguró que eso jamás pasaría porque todos los caballeros de la ciudad acabarían rendidos ante sus numerosos encantos.

            Calixta se encerró en su habitación, decidida a no ver a nadie. Necesitaba estar sola para volver a leer sus viejas cartas. Su primer amor, Trev, se las había escrito cuando ella creía que él era el hombre de sus sueños. En aquella época, Trev le había jurado amor eterno. Y Calixta le había creído. No se daba cuenta de que las ardientes palabras de amor que le escribía Trev no salían de lo más profundo de su corazón. Las copiaba de libros de poesía.
-Estoy preocupada por Callie-le comentó mistress Watkins a Hermione.
            Las dos estaban tomando el té en el comedor. Hermione se echó en su taza de té un par de terrones de azúcar y lo removió.
-Yo la veo bien-replicó la muchacha.
            Mistress Watkins bebió un sorbo de su taza de té.
-Tu hermana vive encerrada en sí misma-apuntó la mujer-No quiere salir.
-Callie ha sufrido mucho por culpa del amor, mamá-le recordó Hermione-Es normal que se haya vuelto desconfiada. No quiere volver a sufrir.
-A veces, tengo la sensación de que algo malo va a pasar. Callie siempre ha sido una joven apasionada y melancólica. Eso no es bueno. Me preocupa.
-Estás exagerando.
            Hermione bebió un sorbo de su taza de té.
-No ha salido en todo el día de su habitación-dijo mistress Watkins.
-Estará ocupada bordando su ajuar-apuntó Hermione.
            Calixta recordaba la época en la que Trev le enviaba un ramo de rosas casi a diario. Con cada ramo de rosas que recibía de él, recibía, además, una nueva carta de amor. Las rosas se secaron. Se tiraron. Pero Calixta todavía conservaba aquellas cartas. Las tenía ordenadas por orden de fecha.

-Algún día, tu hermana se casará-le comentó mistress Watkins a Hermione.
            Las dos se hallaban en el salón de su casa. Estaban sentadas en el sofá. Se hallaban bordando. Hermione estaba bordando un mantel. Mistress Watkins estaba bordando una sábana.
-Espero que a Callie le guste-comentó Hermione-No se me da bien bordar.
            Tanto la sábana que estaba bordando mistress Watkins como el mantel que estaba bordando Hermione formaban parte del ajuar de bodas de Calixta.
-Tu hermana irá bien preparada para el matrimonio-le aseguró mistress Watkins a su hija menor-No le faltará de nada en su ajuar. De eso, nos encargaremos nosotras. Todo es poco para Callie.
-¡Qué razón tienes!-sonrió Hermione.
            Las dos estaban seguras de Calixta acabaría casándose.
-Encontraremos un buen partido en Londres para ella-afirmó Hermione.
            Cualquier viudo estaría encantado de casarse con Callie, pensó mistress Watkins.
-Lo único que espero es que la pueda hacer feliz-dijo la mujer-Tu hermana merece ser feliz. Lo ha pasado muy mal.
            Hermione asintió. Pensó que se le daba muy mal bordar. Estaba intentando bordar un dibujo con punto de cruz. No sabía a ciencia cierta que estaba bordando.
-A Callie no le va a gustar nada este mantel-se lamentó la muchacha-¡Es horrible! ¡Mira! ¡No he bordado bien la C!
-A tu hermana le gustará viniendo de ti-le aseguró mistress Watkins-Recuerda, Hermey. Lo que cuenta es la intención. No otra cosa.
            Hermione se centró en el bordado. Lo único que quería era darle una alegría a Calixta. Notaba que su hermana estaba muy rara últimamente.

            Cuando Calixta entró en la habitación, encontró a Hermione sentada en el alfeizar de la ventana. Tal y como tenía por costumbre, la muchacha estaba leyendo un libro. Calixta pudo leer cómo se llamaba. Frankenstein o el moderno Prometeo. Calixta sólo leía las cartas de amor que Trev le enviaba. Era una de esas novelas góticas que tanto le gustaban a Hermione, pero que asustaban a Calixta. Su hermana pequeña tenía un gusto muy raro en lo referente a la Literatura. Estaba enfrascada con su lectura. Observó la cara de Hermione reflejada en el cristal de la ventana de la habitación. Parecía estar sobrecogida. Estaba leyendo algo que le había encogido el corazón.
            Calixta se dejó caer en la cama. Hermione estaba dando cuenta de una caja de galletas. No oyó a su hermana entrar en la habitación. Tampoco se fijó en el rostro de expresión vacía de Calixta. La joven se hallaba ausente del mundo.

-Gregory no me escribe-le contó Lucy a Hermione-Hace semanas que no sé nada de él. Creo que se ha olvidado de mí.
-¡No digas eso!-la quiso tranquilizar su amiga-Gregory te quiere. Quiere casarse contigo.
-Se fue a Londres hace mucho y no quiere volver. No quiere saber nada de mí. ¡Oh, Hermey!
            Se detuvieron de golpe y Hermione la abrazó con fuerza.
-No pienses ni siquiera en eso-le dijo-Gregory Bridge está locamente enamorado de ti.
            Se separaron y Hermione vio los ojos de Lucy llenos de lágrimas.
-Le quiero muchísimo, Hermey-se sinceró Lucy.
            Las dos jóvenes estaban dando un paseo por Cowes.
            Hermione recordó las veces que había hecho de carabina para Lucy y Gregory. Les había visto pasear por Cowes muchas veces. Se quedaban mirando las pasadas regatas anuales que se celebraban en la isla todos los años. Lucy se sentía orgullosa de haber despertado el interés del apuesto Gregory Bridge. Estaba considerado como el soltero de oro de todo el país.
            Lucy paseaba por todas partes cogida del brazo de Gregory. Se sentía una prometida trofeo-florero. Pero no le importaba. Iba a casarse con el hombre más rico, apuesto y deseado de todo el país. Era todo un logro para alguien que se consideraba así misma como poca cosa. Lucy tenía muy poca fe en sí misma.
-Gregory volverá-dijo Hermione.
            Regresó al presente.
-Gregory tiene que volver-prosiguió-Si de verdad te quiere, volverá. Y tú estás enamorada de él.
            Ella y Lucy continuaron paseando con aire triste y cansado.

            En la mente de Hermione estaba el recuerdo de alguien querido para ella. Se trataba de Edmund. Era el hermano de Lucy. Se estaba preparando para convertirse en vicario. Era un joven de aspecto solemne y serio que sentía mucho cariño por Hermione. El corazón de la muchacha le latía muy deprisa cuando se encontraba con Edmund. El muchacho sonreía cuando estaba con Hermione. Según Lucy, la única persona en el mundo capaz de hacer reír al siempre serio y triste de Edmund era Hermione.
-Te quiere más que a mí-solía decir Lucy.
            Hermione y Edmund solían besarse en las mejillas y Edmund solía besar, además, las manos a Hermione.
            Lucy pensaba que Edmund había nacido para ser vicario.

            Mistress Watkins empezó a bordar, a escondidas, el ajuar de bodas de Hermione. Sabía que su hija no quería participar en aquel proyecto.
-Quiero esperar a que Callie esté casada-decía-No quiero hacerla de menos. Estoy preocupada por ella.
-Esto le gustará a Hermey-pensaba mistress Watkins.
            Sólo había bordado unos cuantos pañuelos.
-Son de color blanco-pensaba mistress Watkins.
            Llevaban las iniciales de Hermione bordadas. H. W. De momento, bordaría poca cosa. Estaba pendiente terminar el ajuar de bodas de Calixta. Mistress Watkins era optimista por naturaleza. Se veía rodeada de muchos nietos. Los hijos que le darían sus dos hijas.
-El blanco es el color apropiado para las debutantes-pensaba mistress Watkins-Los pañuelos que tiene que llevar Hermey a Londres tienen que ser blancos. No pueden ser de otro color.
            Sonreía para sí y seguía bordando. Bordaba sentada en el balancín que tenía en su habitación. Tenía la ventana abierta. Entraba una suave brisa procedente del mar. Podía verse desde la ventana la formación rocosa de las Needles.
-Parece un Ejército de rocas-pensaba mistress Watkins-Son altas y parecen que están afiladas. Van las unas detrás de las otras. Sobrecoge mirarlas cuando la marea está alta. Las olas se estrellan violentamente contra ellas.
            Apartó la vista de la ventana.
            Se centró en el pañuelo. Lo estaba bordando. Formaría parte del ajuar de bodas de Hermione.

-Lo que usted tiene que hacer, señorita, es levantarse de la cama-le ordenó Anne, la doncella de las hermanas Watkins, a Calixta-Se pasa todo el día sin salir de la habitación. Eso no es sano ni para usted ni para nadie. ¡Y levántese ahora mismo! ¡No quiero tener que avisar a su madre o a su padre para que vengan a levantarla!
            Calixta estaba muy pálida y tenía el cabello rojizo revuelto cuando Anne la sacó a rastras de la cama. Había pasado mala noche. Sólo quería seguir durmiendo un rato más y, quizás, no despertarse nunca.
            Tras los cristales de la ventana de la habitación, el cielo comenzó a cubrirse de nubes negras. Iba a llover a la caída del Sol, opinó Anne. Pero Calixta no la escuchó.
-A veces, se pasa los días sin probar bocado-dijo Hermione.
-¡Sí que como!-protestó Calixta.
-Sé que vomitas después de comer. Comes poco. Y, luego, te encierras en la habitación. Lo vomitas y yo te oigo vomitar y te pido que no lo hagas, pero tú no me haces caso y sigues a lo tuyo. Estás cada día que pasa más delgada.
-Hacerme mujer es lo peor que me ha pasado. Sufro mucho desde que fui presentada en sociedad. Lo mejor que puedes hacer es meterte a monja. Te ahorrarás mucho sufrimiento futuro, Hermey.
            Anne sentó a Calixta frente al tocador. Hermione se puso a colocarle una pluma tras otra en el pelo. Calixta se dejó hacer.
            Hermione llevaba puesto aquella tarde un vestido de color verde claro. El corpiño iba a juego con la falda. Era un vestido lleno de lazos y de encajes. Llevaba puesto como único adorno un collar de conchas marinas.
-Tienes que estar muy guapa-le dijo Hermione.
            Calixta no tenía ganas de discutir con ella. Anne sacó del armario uno de los vestidos nuevos que mistress Watkins había ordenado hace para Calixta.
-¿Le gusta éste, señorita?-le preguntó a la joven.
-Sí-No respondió Calixta. La que respondió fue Hermione-Le sienta bien a Callie. Déjalo encima de la cama. Aunque no haya ningún evento importante, Callie tiene que estar bien guapa.
-Entendido, miss Watkins-asintió Anne.
-Está bien. Callie…
            Anne bajó a la cocina. Volvió con una jarra llena de agua caliente al cabo de un buen rato. Vertió el agua caliente en el aguamil. Cogió, a continuación, un paño. Lo mojó. Hermione le quitó el camisón a Calixta. Anne la lavó. Le frotó bien el cuerpo. Incluso le lavó la cara.
-El pelo está limpio-le comentó a Hermione-No es necesario que se lo lave.
-No importa-dijo la muchacha-Quiero que mi hermana esté hoy guapísima. ¿De acuerdo?
-Sí.
-Bien…¿Qué vamos a hacer ahora? ¡Vestirla! Búscame la ropa interior.
            Calixta apenas se movió.
            No se había dado cuenta de que la habían desnudado y que la habían lavado. Tenía la mente puesta en otra parte.
            Una y otra vez, su mente volvía al momento en el que su vida se paralizó. Cuando supo que Trev no era el hombre que ella creía que era.
            Le habían roto el corazón en varias ocasiones. Pero el desengaño que sufrió con Trev la había marcado profundamente. Había amado con pasión a aquel hombre. A un sinvergüenza que nunca la quiso. Trev le era infiel con otras mujeres. Trev no estaba enamorado de ella. Estaba enamorado de su cuantiosa dote. Los besos que le había dado eran mentira. Nunca la había amado.
            Los ojos de Calixta se llenaron de lágrimas. No conseguía olvidar a Trev a pesar de los años que habían pasado.
-¡Oh, Trev!-pensó Calixta.
            Lo había conocido durante su primera temporada en Londres. Era un auténtico caradura que se dedicaba a seducir mujeres sin ton ni son. Callie era una joven y rica debutante. No era aristócrata. Pero tenía una dote bastante apetecible.
            Oía a su hermana hablar con su doncella. Pero no podía entender nada de lo que estaban hablando. Tenía la sensación de que ellas no podían entenderla. Ningún miembro de su familia podía entenderla. Ni siquiera su buena amiga mistress Addison. Calixta estaba sola. Sola con su desengaño…Sola con su dolor…
-Lo único que quiero hacer ahora es acostarme y no despertarme nunca-afirmó Calixta.
-No puede acostarse ahora, miss Calixta-replicó Anne-Son las diez de la mañana.
-Aún así…-insistió la aludida.
-No puedes pasarte la vida aquí encerrada durmiendo, Callie-replicó Hermione-Eres joven. Y eres bonita. Apuesto a que este año no has ido a ver las regatas. ¿Verdad que no? Lo suponía. Yo estuve este año en las regatas y ha sido horrible. Tuve que ver cómo mi amiga Lucy intentaba hacerle carantoñas al idiota que tiene por novio. ¡Y el muy imbécil se resistía! A veces, pienso que es mejor no tener novio. Apuesto a que Gregory Bridge le está poniendo los cuernos a Lucy con toda mujer que encuentre en Londres. Lo único que espero es que, una vez casados, él no le contagie la gonorrea.
            Algunas pequeñas gotas de lluvia empezaron a caer. La llovizna se había adelantado a lo que había predicho Anne.
-No me apetece salir a la calle-dijo Calixta-Lo único que quiero es estar todo el día en mi habitación sin hacer nada. No estoy pidiendo mucho.
            Notó cómo alguien le ponía los calzones. Le pusieron el corsé y estuvo a punto de quedarse sin aire. ¿Por qué he de llevar corsé?, se preguntó Calixta. No puedo respirar. Le pusieron las enaguas. Calixta ya no se movía. Simplemente, se dejaba hacer. Igual que una muñeca autómata. Soy una autómata, pensó Calixta. Estoy muerta. Soy una autómata.
            Fue entonces cuando Calixta deseó estar muerta de verdad. Quería morirse. Vivir la hacía sufrir mucho. La vida le era dolorosa. No podía soportar por más tiempo aquel dolor.

            Mistress Watkins había sido considera en su juventud como una de las principales bellezas de Londres. Pero lo dejó todo cuando se casó con un joven que vivía en la isla. Mister Watkins era dueño de una empresa de exportación e importación. Viajaba mucho por cuestiones de trabajo. Mientras, su esposa y su hija mayor se iban marchitando lentamente.
            Mistress Watkins quería pensar que aún podía casar a Calixta porque se negaba a admitir que su hija mayor estaba envejeciendo a pasos agigantados.
            El Sol se coló en el comedor e iluminó el cabello de color rubio muy claro que Hermione llevaba recogido en una sencilla diadema.
            La criada les estaba sirviendo el desayuno, que consistía en tostadas y una taza de café para cada uno. Calixta estaba removiendo con desgana su taza de café. Le echó unas gotitas de leche. Hermione le dio un entusiasta mordisco a su tostada, a la que había untado previamente con mermelada de mora. Mister Watkins estaba leyendo el periódico. Solía leer The Times.
            Mistress Watkins bebió un sorbo de su taza de café. Le gustaba el café amargo.
-Ya faltan pocos días para que celebremos tu cumpleaños, Hermey-le comentó a su hija pequeña.
-¡Estoy muy nerviosa!-aseguró Hermione-Espero que salga todo bien.
-Los preparativos van bien-comentó mister Watkins-No me importa gastarme el dinero en algo que sé que te hará feliz.
-¡Y yo te lo agradezco mucho!-le dijo Hermione.
            Calixta no tenía ganas de comer y se obligó así misma a darle un mordisco a su tostada untada con mermelada de mora. No quería estar en el comedor. Lo único que quería era encerrarse en su habitación y no salir nunca de allí. El cumpleaños de Hermione le recordaba que se estaba haciendo vieja. La idea de que jamás se enamoraría ni sería amada por nadie rondaba con más frecuencia su mente. Quería olvidar a Trev de una vez por todas y ser feliz.
            Mister Watkins bebió un sorbo de su taza de café. Como a él no le gustaba el café amargo, le echó un terroncito de azúcar. Lo removió. Bebió otro sorbo.
-Estoy seguro de que uno de los invitados saldrá prendado de la fiesta de una de mis hijas-afirmó el hombre-De mi pelirroja Callie. ¿No pensáis vosotras lo mismo?
            A Calixta, que estaba bebiendo un sorbo de su taza de café, estuvo a punto de atragantarse. Tosió un poco. Por lo visto, su familia parecía empeñada en casarla a toda costa, aún cuando sabía que era imposible. Depositó la taza en el platito y vio cómo Hermione volvía a morder con entusiasmo su tostada. Su hermana pequeña gozaba de un gran apetito. Incluso en los peores momentos. Ignoraba el porqué.
-No creo que me vaya a casar nunca, padre-afirmó Calixta-Los caballeros que vengan a la fiesta se fijarán en Hermey. No se van a fijar en mí. Olvida esa tontería de que me voy a casar. Me quedaré a vestir Santos.
-Deberías de ser más optimista, Callie-le aconsejó Hermione-Tienes una visión de ti misma muy pobre. Piensas que no vales nada. Al contrario. Tú vales mucho.
-Esos hombres…-Mistress Watkins estaba muy enfadada-¡No te llegaban ni a la suela de los zapatos! ¡No te merecían! ¡Tú mereces a alguien mucho mejor! Y ese alguien está a punto de aparecer.
-¡Jamás me casaré!-insistió Calixta.
            Cada vez que veía a Hermione salir con Lucy, pensaba en lo triste que se sentiría Lucy al darse cuenta de que todas las miradas masculinas se posaban en Hermione y no se posaban en ella.
            Hermione se había convertido en una jovencita adorable y Calixta, por el contrario, se estaba convirtiendo en una vieja resentida.
            La mayor parte del desayuno transcurrió entre los comentarios acerca de las veces que tendría que venir la modista a casa para probarle los nuevos vestidos a Hermione. Incluso tendrían que comprarle sombreros nuevos. Tal y como hicieron en su día a raíz de la puesta de largo de Calixta.
-¡Todo es poco para nuestra Hermey!-afirmó mister Watkins, lleno de amor de padre.

            Hacía frío aquel domingo cuando la familia Watkins se dirigía a la Iglesia a pie para escuchar la Misa de las diez.
-Hermione-la llamó una voz conocida.
            Era Lucy.
            La aludida se detuvo al tiempo que se frotaba las manos cubiertas por los guantes en un esfuerzo por protegerse del frío.
-¡Hola, Lucy!-saludó a su amiga.
-¿Vas a la Iglesia?-le preguntó Lucy.
-Sí. Vamos a Misa.
-Voy con vosotros. Mi hermano será el nuevo vicario cuando se retire el que tenemos ahora. Lo he oído decir.
            El corazón de Hermione comenzó a latir muy deprisa cuando imaginó que Edmund estaría dentro de poco tiempo de nuevo allí.
-¿Cuándo vuelve Edmund?-quiso saber.
-Aún no ha terminado su formación-contestó Lucy-Pero su mentor dice que nunca ha visto a un joven tan religioso como él.
-Edmund no es como los demás chicos de su edad. Siempre ha sido especial. Diferente…
-No lo querría tanto si fuese de otra manera. Me gusta saber que está haciendo algo útil en Londres. Cuando regrese a la isla, hará algo útil por los vecinos. Les guiará. Igual que el Buen Pastor guía a sus ovejas.
            Hermione y Lucy comenzaron a caminar mientras Lucy le daba a su amiga las noticias que había recibido de Edmund.
            Hermione parecía una delicada Princesita sacada de un cuento de hadas. Era bonita, pero no era consciente de ello. Estaba a punto de alcanzar la edad casadera y sentía emoción y, al mismo tiempo, temor al pensar en su futuro viaje a Londres. Poseía unos preciosos ojos de color verde esmeralda. Tenía una mirada tímida y, al mismo tiempo, directa. Su rostro era redondeado. Lucy tenía la impresión de que los Watkins habían mimado en exceso a Hermione.
-Me temo que mi hermano nunca se casará-comentó Lucy-Ninguna mujer querrá casarse con un vicario.
-Es una profesión decente-dijo Hermione-Quizás sea la profesión más decente que existe. Edmund…Tendrá muchas admiradoras.
            Suspiró con pesar, un gesto que no se le escapó a Lucy. A pesar del abrigo que llevaba puesto, se notaban los delgados hombros de Hermione. Lucy sabía que Calixta estaba atravesando por una especie de depresión. La había visto caminar con paso lento y pesado de camino a la Iglesia, detrás de sus padres, con la expresión vacía y la mirada gacha. Se santiguó, pues creía que había visto un muerto en vida. Calixta parecía estar más muerta que viva.
            Además, los Watkins estaban tan ocupados con los preparativos para la puesta de largo de Hermione que casi no se percataban de la depresión que estaba atravesando Calixta.
            Y Hermione, en su inocencia, tampoco se daba cuenta de que su hermana mayor estaba mal.
-¿Cómo está tu hermana?-quiso saber Lucy.
-La noto un poco rara-contestó Hermione-Pero mamá está segura de que Callie se casará. Se lo ha dicho a todo el mundo. Aún le estamos bordando el ajuar.
            Calixta iba completamente vestida de negro.
-Puede que esté atravesando una mala época-sugirió Lucy.
-¿Por qué dices eso?-inquirió Hermione.
-Calixta no se ha casado. Y ya tiene una edad en la que…Bueno…
-¿Qué es lo que quieres decir? ¿Acaso piensas que Callie nunca se casará?
-Yo…
-Creo que sí se casará. Callie es muy guapa. Tiene una buena dote. Es inteligente y agradable. Cualquier hombre estaría encantado de hacerla su esposa.
-¡Os estoy oyendo hablar de mí!-intervino Calixta.
            La mirada que le dedicó la joven a su hermana y a la mejor amiga de ésta era dolorida.
-Mamá sigue bordando tu ajuar-le recordó Hermione.
            Calixta se cogió la falda y se dio la vuelta. Tenía los ojos llenos de lágrimas porque no quería pensar en sí misma como una triste solterona.
            Lucy era joven y estaba prometida a Gregory, por lo que tenía muchas oportunidades de casarse con él y de vivir feliz el resto de su vida a su lado, por lo que Calixta la envidiaba. ¡Hasta Lucy tenía novio! ¡La insulsa Lucy!

            Calixta vivía acomplejada porque se veía así misma como una joven poco agraciada físicamente. Le costaba trabajo relacionarse con la gente. Era tímida. Quizás era demasiado tímida. Su pelo rojo era para ella como una especie de maldición.

-Felicidades, Hermione-le decían los invitados a la fiesta-¡Que cumplas muchos más! ¡Que goces de una larga vida!
            El pequeño salón de los Watkins estaba adornado para la ocasión. Iba a celebrarse la fiesta de cumpleaños de su hija menor. Los invitados iban llegando por cuentagotas. Iban a reunirse sólo los amigos y los vecinos. Sin embargo, el ambiente que se respiraba en la casa no podía ser más festivo.
-¡Callie!-trinó Hermione.
-¿Qué quieres?-inquirió la aludida.
-Ya han llegado mis amigas. ¡Ven a saludarlas!
-Sabes que la única de tus amigas que me cae bien es Lucy.
-Lucy vendrá más tarde. Está leyendo una carta que ha recibido. No es de Gregory. Es de Edmund. Es una pena que Edmund no haya podido venir por mi cumpleaños. ¡Lo echo de menos, Callie!
            La aludida se preguntó si su hermana estaba enamorada del hermano de Lucy. No veía a Hermione casada con un vicario.
            Aún así, Hermione estaba encantada con la fiesta. Era como una especie de anticipo a lo que iba a ser su fiesta de presentación en sociedad. Tendría lugar en el mes de octubre. Con el inicio de la temporada social en Londres.
-Estás preciosa, querida-le decían sus amigas-Ese vestido te queda muy bien. Me gusta mucho.
-Muchas gracias-contestaba Hermione.
            Y se ruborizaba.
            ¡Por el amor de Dios!, quería bufar Calixta. Hermione era un poco inocentona. Y hubo un tiempo en el que Calixta era igual de inocentona que ella. Vio a gente comiendo canapés. Vio a gente bebiendo champán en copas de cristal aflautadas. Van a emborracharse, pensó Calixta. Pero…No diré nada. Dejaré que estalle el mundo en mil pedazos.
            La gente también se acercaba a ella.
-¡Mi querida Calixta!-le decían-¡Qué guapa estás esta noche!
            Calixta era una experta en el arte de disimular que estaba encantada con los cumplidos que le dedicaban.
            Me están adulando, pensaba.
            Son todos unos hipócritas. No han venido aquí para verme. Todos han venido aquí para ver a Hermione. Pero no voy a destrozarle la fiesta a mi hermana. No quiero que llore. Porque…Si abro la boca…Quizás Hermey acabe llorando…¡Lo destrozo todo!
            Era un desastre. Trev se lo había dicho muchas veces.

            Calixta Watkins tenía la piel blanca. Era tersa y suave al tacto. Tenía el cabello muy rebelde y algunos mechones se le escapaban siempre de su moño que amenazaba con soltársele con mucha frecuencia. Tenía el cabello de color rojo fuego que ella aborrecía porque era un color que estaba pasado de moda. Se lamentaba el no haber nacido rubia, como lo era su hermana pequeña, Hermione.
            Esta flor me recuerda a ti. Me recuerda a tu color de pelo.
            Eran frases que Calixta había escuchado en el pasado. Frases que ella creía que eran de amor.
            Tienes un pelo precioso, Callie.
            Mientras tanto, en la cocina, mistress Watkins estaban empeñada en enseñar a cocinar a su hija Hermione. La joven no tenía mucho interés en saber cómo se preparaba una tarta. Sin embargo, tenía que admitir que le gustaba pasar tiempo con su madre. Oyó a Calixta bajar las escaleras.
-¡Hermey!-le llamó la atención mistress Watkins.
            La mujer le enseñó a su hija la cantidad de harina que debía de echarle a los huevos una vez que estaban batidos. Hermione cogió su libreta de notas y apuntó la receta.
-Presta atención-le pidió mistress Watkins-Ahora, tenemos que echarle el azúcar.
            Hermione vio cómo su madre pesaba el azúcar antes de echarlo a la mezcla.
-Pon a calentar el horno, por favor-le pidió mistress Watkins-¿Dónde habré metido el chocolate?
-Lo tienes ahí-le indicó Hermione.
-Bien…Ahora, tú te encargarás de rallar el chocolate. ¿De acuerdo?
            Hermione se puso a rallar el chocolate. Pero tenía la mente puesta en otra parte. Se preguntó adónde se dirigía Calixta.
            Mientras tanto, la joven caminaba con aire pensativo. Los recuerdos la acosaban. Recuerdos de una época en la que ella era una jovencita ingenua y soñadora. Ahora, aquellos tiempos habían pasado.
            Sus pasos la llevaban hasta la playa. Haría lo que siempre había hecho. Dejarse caer en la arena y contemplar el horizonte. Pero Calixta tenía hoy ganas de caminar. Los recuerdos no la dejaban tranquila. Y ella se sentía demasiado vieja, sola y cansada como para hacerles frente. Su vida era un completo fracaso.
            Eres una auténtica rosa inglesa. ¿Te lo ha dicho alguien alguna vez? Me gusta ver cómo te ruborizas. Eres la única pelirroja que conozco a la que le sienta bien el rubor.
            Calixta tenía ganas de llorar. Sus ojos estaban llenos de lágrimas cuando se encontró frente a frente con el mar. Se subió un poco la falda y siguió caminando en dirección al agua. Jamás acallaría aquellas voces masculinas que tanto la atormentaban.
            El agua…La sintió en su cuerpo. Estaba helada. Calixta siguió caminando. Cada vez se metía más y más en el agua. Oyó unas voces que le decían algo a sus espaldas. Calixta no quería oírlas. Lo único que quería era desaparecer bajo la superficie marina. No salir nunca más a tierra. Cerró los ojos. El agua le llegaba ya a la altura de la barbilla. 

domingo, 13 de abril de 2014

LA NOVIA

Hola a todos.
Hoy, os traigo el desenlace de La novia. 
Vamos a descubrir lo que finalmente va a pasar entre Mikel y Penélope.
Espero que os guste.

                      Mikel y Jorge tenían una hermana menor, Mercedes, quien había decidido años antes, durante la guerra, ingresar en el convento de San Francisco, en Bermeo.
                       Hacía mucho que no la veían.
                       Mikel entró en el despacho de Jorge. Volvía a ser su despacho. Pero no lo sentía ya suyo. Se sentía como un ladrón.
                      Encontró en un cajón del escritorio un montón de cartas. Reconoció en el acto la letra de Mercedes. Buscó una hoja en blanco. Mercedes no lo sabe, pensó. Abrió el bote de tinta. Le quedaba ya poca tinta. Mojó la pluma. Empezó a escribir.

                     Mi querida hermana:

                   Te sorprenderá recibir esta carta, si tienes noticia de mi muerte en los últimos días de la guerra. Quiero que sepas que la Providencia ha estado conmigo en todo momento. Por eso, me hallo de nuevo en casa. En el caserío de nuestra familia en Garraitz...
                    Debes de pensar que soy un impostor. Que no soy tu hermano Mikel. Pero no es así. 
                   Han ocurrido una serie de desgracias. 
                   No sé si te lo ha contado Jorge. Él y nuestra cuñada Liliana tuvieron un hijo. 
                   El pobrecito murió cuando ni siquiera tenía un mes de vida. Ocurrió hace unas semanas. Jorge y Liliana regresaban de enterrarlo cuando llegué a Garraitz. Fue un duro golpe para ellos. Me creían muerto. Tengo la sensación de que tienen miedo de mí. Piensan que quiero echarles del caserío. 
                   No es mi intención hacerlo, Mercedes. 
                   El caserío es de nuestra familia. Le pertenece a Jorge y a Liliana. Me siento como un ladrón. 
                     Tengo la sensación de que estoy aquí para arrebatarles lo que tienen. 
                   Y te puedo asegurar que no es así. 
                    Yo también tengo mis planes para el futuro. 
                     Mi querida Mercedes...Liliana tiene una prima llamada Penélope. No sé si la conocerás. Yo apenas tengo un vago recuerdo de ella. Acuérdate que Liliana, antes de conocer a Jorge, me conoció a mí. 
                   Penélope se ha convertido en el principal apoyo de mi cuñada. No la deja ni a Sol ni a sombra. 
                    Penélope y su madre, doña Elisa, viven con nosotros, en el caserío. Son de mucha necesidad para mi pobre cuñada. 
                    Han salido a dar un paseo las tres. Pasan mucho tiempo juntas. Liliana parece una sombra de lo que fue. Perder a un hijo es lo más doloroso que le puede pasar a una persona. 

                     Cuando terminó de escribir la carta, Mikel abrió el libro de cuentas. Sonrió al pensar en Penélope. Liliana la quería tener a su lado porque la necesitaba. Para ella, Penélope era casi como una hermana pequeña. Penélope...La dulce Penélope...¿Por qué? ¿Por qué no podía dejar de pensar en ella?
                     Meneó la cabeza. Tenía que centrarse en el libro de cuentas.
                     No tenía ningún agujero.
                     Aitor Goicoechea había sido un buen administrador. Digno de la confianza de la familia...La pena era que había muerto en un combate pocos meses antes de que a Mikel se le diera por muerto. Desde entonces, Mercedes vivía casi sumida en un profundo mutismo.



                     Aitor había sabido administrar bien tanto el dinero de la familia como la dote de Mercedes. Cuando sus difuntos padres intentaron casarla con un duque, ella se negó. Intentaron convencerla, alegando que se trataba de un hombre muy apuesto y muy rico, pero Mercedes se mantuvo en sus trece. Dijo que Dios la había llamado. Por eso, quería ingresar en un convento. Mikel estaba convencido de que la vocación religiosa de su hermana no era del todo cierta, a pesar de que Mercedes era muy devota.
                    Aitor no tenía familia.
                    Cuando empezó a sentirse enfermo, Mercedes pidió abandonar el convento para cuidarle. Ya era novicia.
                   ¿Y por qué mi hermana abandonó el convento para estar con él?, reflexionó Mikel en la soledad de su despacho. Recordaba la abnegación con la que Mercedes cuidó de Aitor. Era bastante mayor que ella.
                     Pero Mercedes lo amaba.

                    No había nadie en la playa. Sólo estaban Penélope y Mikel. Se sentaron en la arena. Cerca de la playa, un conejo había construido su madriguera.
                     Se habían besado en otras ocasiones anteriores en los labios. La vez anterior había sido en el pequeño bosquecillo de pinos que hay en la isla. Fue un beso mucho más apasionado que el que se habían dado en el salón. La última vez fue también en la playa. En aquella ocasión, fue Penélope quien besó a Mikel de manera golosa.
-No me pidáis que me arrepienta de lo que acabo de hacer porque no pienso hacerlo-afirmó Penélope.
                     Volvían a estar en la playa.
-Hay algo entre vos y yo, Penélope-afirmó Mikel-Es inútil que lo sigamos negando.
                        Se miraron a los ojos y Mikel cogió la mano derecha de Penélope, oprimiéndosela suavemente. Estaba empezando a anochecer. Los pájaros estaban cantando en algún lugar, cerca de donde estaban ellos.
                     Penélope se llevó la mano de Mikel  a los labios. Se la besó. Sintió el hombre algo parecido a un revoloteo de mariposas dentro de su estómago. Parecía un adolescente.
                      Sabía que estar a solas con Penélope estaba mal. Pero no le importaba porque quería estar con ella. Con su amada...
                       Se acercó a ella y la besó en los labios.
                     No se arrepintió de haberla vuelto a besar. Deseaba volver a besarla.
                    No fue un beso corto. No fue un beso suave. Penélope ya no recordaba la última vez que vio a Jorge besando a Liliana. El beso que le dio Mikel fue dulce. Un beso tierno...Los labios de él se pegaron a los labios de ella. Su boca se pegó a la boca de Penélope. No fue un beso rápido. No fue un beso casto. Penélope pensó que aquel beso era mejor que los anteriores que él le había dado.
                      Ella...
                      Correspondió a aquel beso.
                      Abrió un poco sus labios. La lengua de Mikel invadió su boca. Penélope rodeó su cuello con los brazos. Los brazos de Mikel rodearon la cintura de ella.
                     Se abrazaron. Fue un beso largo. Fue un beso apasionado. La lengua de Mikel tocó la lengua de Penélope. Probó el sabor de la joven. Sabe a fresa, pensó. Sus dientes rozaron los dientes de ella.
                      El tiempo dejó de existir mientras se besaban. Se besaron de forma lenta. Se entregaron a aquel beso. Ella acabó apartándose de él. Entonces, Mikel recordó que Penélope era virgen. Él había perdido la virginidad tiempo antes, cuando era un adolescente. Penélope debía de preservar su honra. Mikel pensó que nunca antes había sentido tanta necesidad de estar con una mujer. Y Penélope estaba roja como la grana. Pero ella era distinta.
-Cásate conmigo-le soltó de pronto.
                    Le cogió la mano y se la besó.
-Te amo y te necesito-se sinceró Mikel.
                      Penélope lanzó un grito de alegría.
-¡Me casaré contigo!-exclamó-¡Yo también te amo!
                       Llenó de besos el rostro de Mikel.



          Penélope regresó al caserío a toda prisa.    
                    Iba corriendo. Casi no podía sentir los pies en el suelo.
                Le informaron que Liliana estaba en el salón.
                 Encontró a su prima sentada en el sofá. Estaba bordando un pañuelo.
-¡Deja eso que estás haciendo!-le ordenó Penélope, casi histérica-¡Tengo que darte una buenísima noticia!
                     Se dejó caer en el sofá. Entonces, aprovechó para contarle a su prima que iba a casarse.
-¿Con quién?-inquirió Liliana.
-Tu cuñado Mikel me ha pedido que me case con él-contestó Penélope-Le he respondido que sí. ¡Oh, prima, lo quiero tanto!
-¿Te vas a casar con mi cuñado?
                   Liliana no salía de su asombro.
-¿No te parece una buena idea?-sonrió Penélope-Además de primas, seremos concuñadas.
                     Liliana tenía que asumir lo que estaba pasando. Penélope se iba a casar con Mikel. Su cuñado había recuperado su título de  conde de Garay. Entonces...
-Tú serás la condesa de Garay-alcanzó a decir.
-Me temo que sí-dijo Penélope-¡Oh, prima, no te enfades conmigo!
                    Liliana no estaba enfadada. Tan sólo estaba aturdida. Pero no sabía qué decir. Penélope la abrazó. Entonces, Liliana se dio cuenta de que estaba llorando.        

                La boda se celebró semanas después en la Ermita de San Nicolás.
                     La noche de bodas tuvo lugar en la playa.
                     Yacieron desnudos sobre la arena.
-No te haré daño-le prometió Mikel.
-Confío en ti-dijo Penélope-Porque me amas y yo también te amo.
                      Se fundieron en el más apasionado y largo de los besos. Mikel llenó de besos los hombros de Penélope. La besó repetidas veces en el cuello.
-Estaremos siempre juntos-le aseguró-Siento que Dios bendice nuestra unión porque nuestro amor es sincero.
                       Acarició el cuerpo de Penélope con los labios. Lo acarició con las manos. Mordisqueó el lóbulo de la oreja de la joven.
                        Se atrevió a chupar sus pechos.
                        A recorrer con la lengua el vientre de la joven.
                       Penélope no sintió miedo alguno cuando Mikel invadió su cuerpo. Apenas sintió el dolor que debía de sentir cuando una joven era desvirgada. Sentía que lo que estaba haciendo su recién estrenado marido estaba bien. Sentía que se convertían en un solo ser.
                      Al día siguiente, no salieron de la cama. Regresaron al caserío al amanecer. Se metieron directamente en la cama de Mikel. Desde ese día, Penélope debía de compartir la cama con él. Pasaron todo el día besándose. Abrazándose. Acariciándose mutuamente. Lamiéndose el uno al otro. Penélope descubrió el significado de lo que era la pasión. Y Mikel supo que el deseo no era pecado si estaba unido al amor verdadero.

                       Desde entonces, Mikel estrechaba cada noche entre sus brazos a Penélope. La abrazaba con fuerza.
                        La besaba con pasión en los labios una y otra vez. Ella se sentía protegida cuando estaba con él. Se sentía amada.
                        Recibía en su cuerpo las caricias de los labios y de las manos de Mikel.
                        Él llenaba de besos cada porción de la piel de la joven. La lamía.
                        Liliana se conformaba sintiendo que su prima era feliz. Por lo menos, Penélope tenía algo que ella no tenía. Verdadero amor...Liliana y Jorge siguieron viviendo en el caserío. Pero sentían que ya no era lo mismo. Mikel había regresado. Y había escogido a Penélope para pasar con ella el resto de su vida.