domingo, 29 de abril de 2012

DULCE CUMPLE AÑOS...¡Y LO CELEBRA CON UN CONCURSO!

Nuestra amiga Dulce celebra su cumpleaños el próximo día 10 de mayo. Y lo va a celebrar por todo lo alto, con un concurso.
Habrá seis ganadores. El objetivo es conseguir que más gente participe en el concurso. Ganarán aquellos que más participantes consiga. Tenéis que decir de parte de quién venís.
Es un concurso internacional. Seáis del sitio que seáis, podéis participar.
¿Qué tenéis que hacer para participar? Muy sencillo. Ser seguidor de uno de los siguientes blogs:
http://melodiainmortal.blogspot.com/
http://raecj.blogspot.com.es/
http://sagadearuka.blogspot.com/
http://laleyendadelsueno.blogspot.com.es/
http://unblogdepoca.blogspot.com/
http://letrasmusicayamor.blogspot.com/
En el caso de tener cuenta en Facebook, debéis de dar me gusta en la siguiente cuenta:
http://facebook.com/pages/La-Dama-Negra/148099075245196
Deja un comentario diciendo que participas y de parte de quién vienes.
Aclara en qué modalidad participas, si en la nacional o en la internacional.
Y un banner. Que éste:

El participante que quede en primer puesto a nivel nacional, conseguirá en papel "La Dama Negra" y "Melodía inmortal".
En el segundo puesto conseguirá "Towerbridge, un amor en el tiempo" (en papel) y "La leyenda del sueño" (en edición digital).
En el tercer puesto conseguirá "Aruka" en papel.
El participante que quede en el primer puesto a nivel internacional, conseguirá
"Towerbridge, un amor en el tiempo" y "La leyenda del sueño" en edición digital.
En el segundo puesto conseguirá "Amor clandestino" e "Instintos animales" en edición digital.
Y en el tercer puesto conseguirá "Café y martinis" en edición digital.
Yo os animo a todos a que participéis porque los premios a conseguir son muy interesantes.
¡Mucha suerte a todos!

CRUEL DESTINO

         Sarah salió aquel día a pasear.
         No le contó nada a la doncella que le había asignado Lilith.
         Salió sola.
         Durante horas, estuvo vagando por la ciudad. Buscó a Darko. No lo encontró.
         Se preguntó si la estaría evitando.
          Sarah desechó aquel pensamiento. Darko debía de estar ocupado con sus asuntos. A lo mejor, andaba escondiéndose de los detectives de Bow Street. No debía de olvidar que estaba buscado por la Justicia.
          Todo lo que hacía era por protegerla.
          Sarah no vio a mucha gente en la calle. Los comercios estaban abiertos. La gente entraba y salía de ellos. Vio unos cuantos carruajes cerrados por la calzada.
          Hacía frío aquel día. Ni siquiera su capa la protegía del frío. El cielo se cubrió de nubes. Empezaron a caer unas cuantas gotas de lluvia. Se había ido sin sombrilla. Por suerte, no se mojó. Sarah vio un carruaje vacío.
-¿Está libre?-le preguntó al conductor.
-Sí...-respondió el hombre.
-Lléveme a la zona del Valle Profundo, por favor. Es urgente. Le pagaré bien.
-¿Vive en esa zona?
-Estoy pasando unos días allí. Oiga. Dese prisa.
-De acuerdo...Suba, señorita.
          Sarah se subió al pescante con el conductor. Era un hombre bastante grueso. No cabían los dos en el pescante. Sarah se aferró al asiento para no caer al suelo. Los caballos le parecieron que iban muy lentos. Desde luego, su estancia en la ciudad estaba resultando un desastre. No había visto todavía a Darko.
         El conductor no paraba de hablar.
-¿De dónde es usted?-se interesó.
-De Holyhead...-contestó Sarah.
-No he estado allí. ¿Es cierto que la isla de Holy es tan bonita como dicen?
-¡Tendría que ir y verla! Sobran las palabras. Es como sacada de un cuento de hadas. ¿Sabe?
-Entonces, iré por allí algún día.
           Sarah recordó la carta que había recibido de Mary unos días antes. Su hermana le expresó lo mucho que la extrañaba. No daba grandes detalles acerca de cómo avanzaba su romance con lord Robert. Había cosas que le daba pudor contarle a su hermana. A pesar de que el conde era todo un caballero. Y no había pasado nada malo entre ellos.
         Según Mary, Llangefni era una ciudad triste. No sé qué es lo que has visto en esa ciudad, solía decir. ¡Siempre está lloviendo! Es tan triste como Holyhead. Cuando Sarah llegó a la casa de Lilith, había mucha niebla. El cochero no sabía por dónde orientarse. Se perdió en varias ocasiones. Sarah no reconocía aquella ciudad.
           Por suerte, el carruaje se detuvo delante de la fachada de la casa de su amiga.



           Al descender del carruaje, Sarah empezó a toser. El humo parecía querer metérsele en los pulmones. Golpeó la puerta de la casa de Lilith. Pasó detrás de ella un niño vendiendo The Times. Pero Sarah no tenía ningún interés en saber lo que estaba pasando en el país.
          A decir verdad, tampoco tenía ganas de meterse dentro de aquella casa. Alexander no estaba. Pero sí estaba Lilith.
            Su amiga intentaba mantenerse fuerte. Pero se derrumbaba a la mínima de cambio.
           Estaba sufriendo mucho. Y Sarah no sabía qué hacer para ayudarla.
           Se sentía impotente. Deseaba regresar a Holyhead.
            El mayordomo le abrió la puerta.
-Miss Wynthrop...-dijo al verla-Pase. Mi señora la está esperando.
           Sarah penetró en el interior de la casa. El mayordomo la ayudó a quitarse la capa que cubría sus hombros. Sarah le entregó su sombrero.
-¡Por fin llegas!-exclamó Lilith, entrando en el recibidor-Me tenías preocupada.
-Sólo quería dar una vuelta-se justificó Sarah.
-¿Con la tarde tan horrible que hace? Está lloviznando. Pero no tardará mucho en empezar a llover con fuerza.
-¡Oh, Lilly! ¡Estás exagerando!
             En aquel momento, un trueno retumbó en toda la casa.

              Cualquier persona que estuviera en Llangefni era objeto de cotilleo. Sobre todo, si era un aristócrata. Y, para colmo, rico. Lilith había oído algunos cotilleos jugosos acerca del primer matrimonio de lord Robert Caernafon. Hizo pasar a Sarah al salón.
             Tomaron asiento en el sofá.
-Te conviene conocer ciertas cosas acerca de tu futuro cuñado-le dijo.
-Sé que es muy rico-dijo Sarah-Y que quiere casarse con Mary.
-¿Sabías que estuvo casado antes?
             Le habló de Paula Barnett. La primera esposa del conde había sido, en vida, una humilde criada. Paula había vivido entregada a su trabajo. Nunca pensó que acabaría casándose con un conde.
-¿De dónde es oriundo ese conde?-quiso saber Lilith.
-Es oriundo de la isla de Church. Toda su familia vive allí.
-¿Cómo es que nunca habéis coincidido?
 -Venimos de ambientes distinto. Mi familia es rica. Pero no es tan rica como la suya. Y tampoco somos aristócratas. Por lo que sé, tiene posesiones en distintas partes del país. La mitad de la isla de Church es suya. Me lo ha contado Mary. Se ha informado bastante bien. Su primera esposa era de allí.
-Me imagino que se casará con Mary para engendrar un heredero. Si es que no tuvo ningún hijo con su anterior mujer.
-Por lo que yo sé, no.
-Entonces, se dará prisa tu hermana en quedarse embarazada. Ya no es ninguna chiquilla. Podría pedir ayuda. Conseguir algún tónico que la haga concebir lo antes posible. Existen esa clase de tónicos. Pero...No se lo recomiendo. No...No funcionan.
-Supongo que el conde se casará con Mary por ese motivo. Pero...Dicen...Se habla mucho de su primer matrimonio.
-¿En qué sentido?
-Se casó con una criada. Fue un escándalo.
-No me extraña.
              Paula era la hija bastarda de una criada. Su trabajo era duro. E interminable. Y sus señores eran horribles.
-La compadezco-dijo Lilith-Cualquier chica en su situación habría hecho lo mismo que hizo ella.
-Dicen que se casó con el conde por su dinero-opinó Sarah-No lo creo.
-Es la verdad. Las mujeres de su posición sólo buscan una cosa. Prosperar por la vía rápida. ¿Cómo lo consiguen? Seduciendo a nobles con dinero. Pero he oído que las cosas no le fueron nada bien.
           Sarah había oído que Paula no fue feliz durante su matrimonio. Incluso se decía que tuvo un amante. Un hombre de su misma clase social. Por lo visto, él la hacía feliz. Y la complacía. En todos los aspectos. Desde la muerte de Paula, Robert había vivido prácticamente aislado. Hasta hacía unos meses, cuando partió con la decisión de recorrer Gales. Intentaría olvidar a su primera mujer. Y parecía que lo había conseguido.
          Sarah se preguntó si Mary conocía aquella información acerca de su pretendiente.

sábado, 28 de abril de 2012

HISTORIA DE DOS HERMANAS 15

De regreso a Dublín, sir Joseph no podía quitarse de la cabeza a Brigitte.
Envió a un criado a Kilkenny para que consiguiera información acerca de la joven. Sir Joseph recibió dicha información por carta.
Brigitte era una joven curiosa por naturaleza, como lo era su hermana menor, Sarah. Mientras Sarah tenía numerosos pretendientes, ningún hombre había cortejado nunca a Brigitte.
Al parecer, los hombres la encontraban sosa. No se fijaban en ella. Pasaba desapercibida para el resto de los mortales. Excepto para sir Joseph Woods, el cual no podía dejar de pensar en su encuentro con aquella muchacha. Y se preguntaba si los hombres de la provincia de Leister eran ciegos para no fijarse en una joven como Brigitte.
Mientras Sarah se preocupaba de ir a la moda, la moda le importaba un ardite a Brigitte. La doncella le cepillaba el cabello a la moda. La modista le confeccionaba vestidos a la moda. Pero no había nada que hiciese resaltar a Brigitte porque ella misma vivía opacada en la creencia de que no era hermosa y que el amor no estaba hecho para ella.
A simple vista, parecía una solterona de más de treinta años. Vestía siempre vestidos sencillos en colores marrones, oscuros y grises. En cambio, Sarah tenía que vestir colores claros, propios de una joven que estaba a punto de hacer su entrada en la alta sociedad. Estaba encantada con la idea de viajar a Dublín.
Y un hecho llamó poderosamente la atención de sir Joseph. Brigitte estaba tan segura de que no se iba a casar nunca que no quería vivir de su padre, sino que quería trabajar.
Sir Joseph leyó esta carta bajo la atenta mirada de su madre, lady Hester Woods, la cual estaba dando cuenta de una taza de té.
-¿Acaso estás interesado en esa joven de Kilkenny, hijo?-quiso saber lady Hester.
-No hago otra cosa más que pensar en ella, madre-admitió sir Joseph-Creo que me ha robado el corazón. Te parecerá una estupidez, pues apenas pude hablar con ella. Pero es la verdad.
Se sentía mal. Creía que estaba traicionando el recuerdo de Dalima al sentirse atraído por otra mujer.
Victor estaba dormido en su cuna. La niñera le había comentado a lady Hester que lo pasaba mal cada vez que salía a la calle. La gente se paraba a mirar a Victor con desprecio.
-Jamás me opuse a tu matrimonio con Dalima-le recordó lady Hester a su hijo-Me alegró saber que habías encontrado a la mujer de tu vida. No me importó que fuese hindú. Eras feliz. Y ella estaba muy enamorada de ti. Dalima fue como una hija para mí. La echo de menos. Pero pienso en ella. Y sé que ella desearía verte feliz.
-¿Qué puedo hacer, madre?-le preguntó Joseph.
-Mi consejo es que la cortejes. Prueba a ver qué hay entre vosotros.
-No me creerá. Apenas me conoce. Desconfiaría de mí.
-Por eso, Dios inventó el cortejo. Para que los futuros esposos se conozcan.
-¿Y qué me sugieres que haga?
-Deja que idee un plan.
-Estamos locos, madre.
Definitivamente, pensó sir Joseph, debía de haberse vuelto loco al pretender cortejar a una completa desconocida.
Entonces, recordó algo.
Le había pasado exactamente lo mismo cuando conoció a Dalima.
Sonrió con tristeza al pensar en su mujer. Victor ya tenía un año y medio. Y hacía un año que Dalima había muerto. Le parecía una locura estar fantaseando con una desconocida un año después de la muerte de su mujer.
-Hijo mío-le dijo lady Hester-Estás vivo. Y tienes derecho a ser feliz. Por ti...Por Victor...
-Lo sé, madre-suspiró Joseph.
-Se me está ocurriendo una idea. Podría necesitar una dama de compañía.
-Madre, usted nunca ha necesitado una dama de compañía.
-Pues he cambiado de idea. La voy a necesitar. Y quizás contrate a cierta joven que tú conoces para que esté conmigo.
Le guiñó un ojo a Joseph. Éste se echó a reír al adivinar los planes de su madre.

CON EL CORAZÓN ROTO 151

-Quiero que dejes tranquila a Olivia-le ordenó Marty a Jack.
Los dos estaban vigilando el ganado cuando Jack se sobresaltó al escuchar el tono duro y frío de su compañero.
-No eres quién para decirme lo que debo o no debo de hacer-le replicó Jack.
Marty apretó con fuerza los nudillos hasta que se le pusieron blancos. ¿Acaso Jack quería destrozar su matrimonio por un maldito capricho y destrozar, de paso, a dos buenas muchachas? Porque Olivia y Danielle eran buenas.
-No voy a permitir que le hagas daño ni a Danielle ni a Olivia-afirmó Marty-Deja tranquila a la hija de Sean. Y céntrate en tu mujer, que vas a acabar abandonándola de seguir así.
-Es mi vida y haré con ella lo que quiera-le advirtió Jack.
-No vas a hacer nada con tu vida porque soy capaz de matarte si me entero de que le has hecho daño a Danielle.
-¡No serás capaz!
Jack vio un ramalazo de furia en los ojos de Marty. Y supo que sí sería capaz de hacer lo que le estaba diciendo.
Matarle.
-¿Por qué te preocupa tanto Danielle?-quiso saber.
Marty se alejó de él.
-¡No lo entiendes!-le espetó-¡No puedes mirarme a los ojos y entender lo que pasa, maldito cabrón!
Jack miró a Marty a los ojos. No pudo creer lo que estaba viendo.
Ámbar...
Los ojos de Marty eran de color ámbar.
No había nadie en todo Streetman con semejante color de ojos. La única persona que tenía los ojos de aquel color era Danielle.
-No lo sabía-alcanzó a decir Jack.
Marty escupió a los pies de aquel hombre. Ni siquiera Danielle sabía la verdad acerca de la relación que le unía a ella.
-No quiero que le hagas daño-le advirtió-Sería capaz de matarte. Lo sabes bien, Mackenzie.
Marty se dejó caer en el suelo. Jack tomó asiento frente a él.
-Danielle dice que no es gringa-comenzó a hablar Marty-Pero lleva sangre gringa porque lleva mi sangre, Mackenzie. Hace muchos años, conocí a la madre de Danielle. Yo estaba trabajando en una hacienda en Oaxaca, de donde era oriunda la abuela de Danielle. Yo estaba casado, pero me enamoré de aquella joven mexicana de buena familia. Y ella se enamoró de mí. Fue una locura. Lo sé. Cuando supo que iba a tener un hijo, no quiso decirme nada porque no quería destrozar a mi familia. Ni siquiera me lo contó cuando mi esposa me escribió desde Streetman porque uno de nuestros hijos estaba enfermo. La casualidad ha hecho que me encontrara con Danielle al cabo de unos años. Al mirarla a los ojos, supe que era mi hija, Mackenzie.
Marty hablaba con tono cansado. A fin de cuentas, era otro Sean O' Hara. Otro marido infiel y traidor tanto a su legítima esposa como a su amante.
Marty se sintió cansado. Miró a Jack.
-No quiero que Danielle sufra-le advirtió-Mi esposa supo que era mi hija nada más mirarla a los ojos. Me odió durante el resto de su vida al conocer mi traición y no la culpo. Estuve con otra mujer que no era la mía. No le hice falsas promesas. Pero estuve a punto de hacérselas y eso habría aumentado mi pecado. Puedes decirme lo que quieras. Me lo merezco. Te pido que no le digas nada a Danielle. Ella no lo sabe y prefiero que no lo sepa.
-¿Por qué no quieres que se entere, viejo?-quiso saber Jack.
-Porque no quiero que mi hija me odie. Me odio ya a mí mismo por los dos.
Los ojos de Marty se llenaron de lágrimas al pensar en Danielle. Jack, mientras, guardó silencio.

viernes, 27 de abril de 2012

CON EL CORAZÓN ROTO 150

Sir Kyle cayó enfermo.
Primero, tuvo un resfriado. Luego, derivó el resfriado en una severa gripe. Anne fue a buscar al doctor Castro. Creía que su patrón acabaría enfermando de neumonía.
La fiebre empezó a subirle a sir Kyle por la tarde. Empezó a delirar. El doctor Castro le administró un jarabe para bajarle la fiebre.
-Livie...-susurró sir Kyle-Livie...
Anne observó que su patrón estaba delirando.
-¿Por qué llama a Olivia?-le preguntó "EL BIZCO".
Había ido a ver a sir Kyle a su habitación junto con otros patrones. La respuesta era obvia. Sir Kyle amaba a Olivia.
-No vayas a buscarla-le pidió "EL MUELAS" a Anne-Es ya muy tarde.
-Olivia debería de casarse con el patrón-opinó Marty-A su lado, no le faltará de nada.
-Olivia no está enamorada del patrón-intervino Anne-Una mujer lo nota.
-¿En qué lo nota?-inquirió Marty.
-En muchos aspectos.
-¿Cómo cuáles?
-No sé. La forma en la que habla de un hombre. El brillo de los ojos...De la cara...Cómo se comporta cuando está con él. No soy ciega. Sé que Olivia no está enamorada del patrón.
En su delirio, Kyle llamaba a Olivia y Anne tuvo que ir a buscar a la joven.
Lo hizo en mitad de la noche y Olivia apenas tuvo tiempo de ponerse unos pantalones y una camisa encima del camisón. No ensilló a "Yasmina", montó a Anne en la grupa y partieron rumbo a "LA PILARITA". El doctor Castro estaba sangrando a sir Kyle cuando Olivia entró en la habitación de su patrón. La visión de la sangre manchando el brazo de sir Kyle conmovió a Olivia.
Se acercó poco a poco a él. No lo amaba. Pero le tenía mucho cariño porque no sólo era su patrón. También era uno de sus mejores amigos.
-Livie...-la llamó sir Kyle.
-Aquí me tiene, patrón-dijo la joven.
-Acércate.
-He venido para cuidar de usted.
Olivia se arrodilló junto a la cama donde yacía sir Kyle. Le acarició el cabello rubio con dulzura y le besó en la frente con cariño. Sir Kyle deseaba abrazarla con fuerza. Lloró cuando Olivia le besó en las mejillas sudorosas.
Sentada en una silla estaba Lily. La joven a duras penas podía contener las lágrimas.
-No llores-le pidió Olivia.
-No lo puedo evitar-gimoteó Lily.
-Sir Kyle se va a poner bien.
-Sé que los espíritus le protegen.
-El doctor Castro es uno de los mejores médicos del Estado.
-Lo sé.
Olivia se puso de pie. Se acercó a la silla en la que estaba sentada Lily. Le cogió la mano. Deseaba darle ánimos. Lo último que debía de hacer la muchacha era venirse abajo.
Las dos se pusieron de pie. Se acercaron a la cama donde yacía sir Kyle.
-Milord...-susurró Lily.
Se inclinó sobre él y le dio un beso en la frente ardiente.
-Deberías de acostarte, niña-le sugirió sir Kyle.
-No tengo sueño-replicó Lily.
-Milord tiene razón-intervino Olivia-Tienes que acostarte. No puedes pasarte toda la noche levantada. Anda. Ve a dormir un poco. Yo me quedo con él.
-Estoy acostumbrada a pasar noches en vela-se sinceró Lily-Cuidaba de mis padres cuando éstos estaban enfermos. A veces, venían Dos Nubes y Pluma Roja. Me ayudaban.
-No quiero que tú también caigas enferma-insistió Olivia.
Pero sabía que estaba perdiendo el tiempo. Lily se quedó en la habitación. Olivia miró con cariño a sir Kyle. Le dio un beso en la mejilla.
Olivia mojó un paño en agua. Lo pasó por el rostro ardiente de sir Kyle.
-El médico ya me ha desangrado-le recordó.
Olivia se llevó a los labios la mano del aristócrata.
Se la besó con cariño.
Sir Kyle se estremeció al sentir los labios de Olivia en el dorso de su mano.
-Usted está enfermo y yo le voy a cuidar-le aseguró Olivia.
-Soy un hombre fuerte-intentó jactarse sir Kyle.
Pero empezó a toser en aquel momento.
-No hable tanto, patrón-le exhortó Olivia.
Casi sin querer, le dio un beso suave en los labios. Fue como un roce.
Lily contempló la escena y le sonrió con cariño a los dos.
Al amanecer, Olivia se quedó dormida. Se durmió con la cabeza apoyada en el pecho de sir Kyle. Al sentir aquel ligero y precioso peso, se sintió mejor.
-No la mueva-le pidió al doctor Castro.
-Me parece que usted debe ya sentar la cabeza, milor-le exhortó el médico.
Le sonreía a sir Kyle con picardía.
-Ella le puede ayudar a ser un hombre formal-prosiguió el doctor Castro-No va a encontrar a muchacha más buena, noble, hermosa y trabajadora que Olivia O' Hara.
Lily también se había quedado dormida casi al mismo tiempo que Olivia. Se quedó dormida en la silla. Anne entró en la habitación. Se encargó de tomarle la temperatura a sir Kyle. Le estaba bajando la fiebre.
-¡Bendito sea Dios!-exclamó la mujer.
-No haga ruido-la regañó el doctor Castor-Milord debe descansar.
Sir Kyle acarició con mano temblorosa el cabello revuelto de Olivia.
-La pobre no ha descansado mucho en toda la noche-comentó Anne.
-Es un ángel-afirmó sir Kyle.
Anne sonrió mientras le pasaba el paño mojado por la frente a su patrón.
-No creo que a ella le guste escuchar eso-apostilló.
"EL MUELAS" entró en aquel momento en la habitación. Se alegró mucho de ver a sir Kyle mejor y se echó a reír cuando vio a Olivia. Tenía la cabeza apoyada en el pecho de sir Kyle.
Anne fulminó al "MUELAS" con la mirada. Sabía que aquel viejo desdentado se dedicaría a inventar historias acerca de Olivia y de sir Kyle. A pesar de que todo el mundo sabía que sir Kyle estaba enamorado de la muchacha.
-No digas nada-le advirtió al "MUELAS"-Te lo prohíbo.
-No te pongas así, Annie-sonrió "EL MUELAS"-Sabes de sobra que yo nunca miento.
Sir Kyle pudo besar a Olivia en la cabeza, pero el gesto le cansaba. Aún se encontraba débil debido a la fiebre tan alta que había tenido.
-Aún soy el patrón-dijo sir Kyle-Cuando me recupere, podría echarte a patadas del rancho yo mismo. Así que mucho ojo con lo que vas contando acerca de Olivia y de mí.
"EL MUELAS" borró de inmediato la sonrisa estúpida que bailoteaba en su boca desdentada.
Inmediatamente, salió de la habitación. Pero, en aquel momento, entró Marty.
-¿Da su permiso para pasar, patrón?-le preguntó a sir Kyle.
Marty no hizo ningún comentario al ver a Olivia. En su fuero interno, casi se alegraba de ver aquello. Hablaría con Jack y le pondría de una vez por todas los puntos sobre las íes.
-¿Vas a reírte tú también?-le increpó Anne.
-No, Annie-se defendió Marty-Claro que no. Vengo a ver cómo está el patrón. Nos dio ayer un susto terrible.
-Está mejor. Gracias por preguntar.
-Ya lo veo. Quiero decir que me alegro. Me alegro de que se encuentre bien, patrón.
Marty se ruborizó.
-Hazme un favor-le pidió sir Kyle-Lleva a Lily a su cuarto y acuéstala. No me gusta verla dormida en la silla. Es muy incómodo para ella.

jueves, 26 de abril de 2012

SORTEO 100 SEGUIDORAS

Una buena amiga del blog, Vidinala, celebra un sorteo en su blog con motivo de haber conseguido 100 seguidoras. ¡Enhorabuena!
Para las que nos gusta tener la piel sana y el cabello sedoso, el lote que se sorte es de lo más jugoso.
El plazo de inscripción finaliza el día 15 de mayor. Será un sorteo a nivel nacional y con el número de la ONCE del día 16.
Éstas son las bases del concurso:
Dejar un comentario en la entrada del blog de Vidinala donde se habla del sorteo. El link es éste:
http://vidinala.blogspot.com.es/2012/04/sorteo-100-seguidoras.html
Participaciones extras:
Ser seguidora antigua del blog +1 (hasta Michita).
Publicar entrada en el blog +2.
Barner en blog +1.
Publicar en Facebook +1.
Ser su amiga en Facebook +1. (Si no lo eres utiliza el enlace).
No serán válidos los blogs que sólo se dediquen a sorteos.
Después del sorteo, la ganadora tendrá un plazo de 48 horas para reclamar el premio. Si no lo ha reclamado en ese plazo, el día 20 se volverá a sortear.
¿Y qué es lo que se sortea?
Pues se sortea lo siguiente:
-Lote de productos para el cuidado de la piel y del cabello.
-Mascarilla capilar ultra-reparadora, hidrata el cabello en profundidad, da fuerza y brillo natural. Reduce el encrespamiento. Nutre el cabello.
-Gel reparador profundo. Piel joven; purifica los poros y disminuye las rojeces. Uso diario. Para pieles jóvenes, mixtas o con tendencias grasas. Actua sobre las espinillas y cierra los poros y los granos.
-Tónico astringente, sin alcohol. Elimina las impurezas, refresca y tonifica. Uso diario.
-Crema hidratante oil free. Normaliza la producción sebácea. Uso diario.
Os invito a que participéis en su sorteo porque la cosa pinta bien.
-¡Y un neceser de regalo! Ideal cuando vas a viajar.
¡Mucha suerte a todas las participantes!


SECRETO DE FAMILIA 16

ENTRADA ELIMINADA
POR FAVOR, DISCULPEN LAS MOLESTIAS.
GRACIAS.

domingo, 22 de abril de 2012

CON EL CORAZÓN ROTO 149

Anne sirvió café cuando los peones se detuvieron alrededor de las doce para descansar, que era cuando el Sol estaba más alto.
"EL BIZCO" se fijó en que Anne llevaba aquel día el cabello recogido en una trenza. Por lo general, Anne llevaba el pelo suelto. O bien lo llevaba recogido en un moño holgado.
-Te sienta bien esa trenza-le dijo.
Las mejillas de Anne se encendieron al escuchar aquel comentario.
-Gracias-se limitó a decir.
-Pareces una chiquilla-prosiguió "EL BIZCO".
-Gracias...Yo...
Anne se alejó apresuradamente del lado del "BIZCO". Se metió en la cocina y trató de recordar lo que quería comer el patrón.
Durante toda la jornada, "EL BIZCO" estuvo trabajando duro. Se atrevió a echarle el lazo a un novillo. A pesar de que los demás se reían de él porque no acertaba a ver dónde echaba el lazo. Se empeñó en marcar reses.
De vez en cuando, iba a la cocina. Anne estaba pelando zanahorias. Había puesto una olla a hervir.
-¿Qué quieres?-le preguntó.
-He venido a ver cómo estás-respondió "EL BIZCO".
-Ya me ves. Trabajando.
"EL BIZCO" se atrevió a darle a Anne un beso en la mejilla.
Ella se sobresaltó.
-¿Por qué has hecho eso?-le preguntó.
-Porque quería hacerlo-respondió "EL BIZCO".
Anne no atinó a pelar las alcachofas. Tenía que admitir que se sentía atraída por aquel hombre. Era el primer hombre que la había mirado con respeto desde que empezó a trabajar en "LA PILARITA". Porque es bizco, pensó Anne. Esa no era la causa, le susurró una vocecita interior.
Anne soltó una palabrota cuando se cortó partiendo un tomate. Presionó su delantal contra el dedo cortado.
Entonces, "EL BIZCO" entró de nuevo en la cocina. Vio a Anne sentada en una silla y se acercó a ella.
-¿Qué te ha pasado?-le preguntó.
-El maldito cuchillo-respondió Anne-No es nada. Es sólo un corte. Estoy acostumbrada. Pero...
-Duele.
-Mucho...
-A ver.
"EL BIZCO" cogió la mano de Anne.
Apenas le salía sangre.
Fue en busca de un paño.
Lo mojó en agua y regresó junto a Anne. Apretó el paño mojado contra el dedo de la cocinera.
Ella le miró con agradecimiento. "EL BIZCO" era un hombre bastante gentil, admitió para sus adentros.
-Eres muy amable-dijo.
-¿Te has mareado?-le preguntó.
-No. Estoy bien.
Entonces, sus miradas se cruzaron. Anne se inclinó hacia "EL BIZCO". Lo besó de lleno en la boca.
Él la miró entre asombrado y encantado.
-¿Por qué has hecho eso?-le preguntó.
-Porque quería hacerlo-respondió Anne.
Se puso de pie y se alejó de su lado, visiblemente ruborizada.
"EL BIZCO" salió de la cocina. Estaba muy contento. No le cabía la menor duda. Sus sentimientos hacia Anne eran correspondidos. Sin embargo, era consciente del rechazo que Anne sentía hacia los indios. Y él sabía que sangre comanche corría por sus venas.
Pero me ha besado, pensó "EL BIZCO".
"EL MUELAS" le salió al paso cuando se dirigía hacia el corral. Aquel hombre poseía el don de la inoportunidad, pensó "EL BIZCO". Siempre estaba contando historias absurdas de sus tiempos en los rodeos. Sin embargo, reconoció para sus adentros, parecía conocer el alma de las personas que le rodeaban.

viernes, 20 de abril de 2012

CON EL CORAZÓN ROTO 148

Las sospechas de Pluma Roja se confirmaron.
-¿Qué estás haciendo aquí, padre?-le preguntó Lince Veloz.
Estaba en la cueva.
-He venido a buscarte-respondió Pluma Roja-Tienes que irte de aquí. Ya mismo.
-No voy a irme de aquí, padre-afirmó Lince Veloz-No puedo irme.
El joven estaba sentado en el suelo de la cueva.
-Si no te vas, el "sheriff" te atrapará antes o después-insistió Pluma Roja.
Se sentó al lado de su hijo. Lince Veloz tenía la espalda apoyada en la pared. No miraba a su padre. Tenía la vista fija en un punto inconcreto. Pluma Roja le vio más delgado.
-Sabes por qué no puedo irme-le recordó Lince Veloz.
Pluma Roja lo recordó. El motivo principal de la presencia de su hijo en la llanura era Lily. Tener entre sus brazos a Lily. Los dos se exponían demasiado.
-Esa relación no tiene ningún futuro-se lamentó Pluma Roja.
-Lily es comanche-afirmó Lince Veloz.
-Su abuela era comanche. Ella es blanca.
-Hablas como los demás. No te reconozco.
La noche antes, él y Lily se habían visto en el porche de "LA PILARITA". Él la llamó fingiendo que era un coyote aullando. Lily lo reconoció. Bajó corriendo al porche. Al verlo en el umbral de la entrada al rancho, el hermoso rostro de la joven se iluminó. Lo llamó a gritos. Lloraba y reía a la vez. Y, cuando se arrojó en sus brazos y llenó su rostro de besos, fue el instante más feliz en la vida de Lince Veloz.
Pluma Roja entendía los sentimientos de su hijo.
Había tenido la edad de Lince Veloz.
Había amado a Dos Nubes desde hacía mucho tiempo. Ella había alcanzado la adolescencia cuando se fijó en él.
Empezaron a verse a escondidas. Por aquel entonces, el padre de Dos Nubes había muerto.
Le habían cortado la cabeza. Dos Nubes creía que había sido un hombre blanco el asesino. Llegó a confesarle a Pluma Roja el motivo.
Se había enamorado de una mujer blanca. De una mujer blanca que, además, estaba casada. Y tenía hijos. El marido se enteró de aquel romance. Y decidió acabar con la vida de su padre.
Pluma Roja la besaba. La abrazaba. Deseaba consolarla. El campamento, de noche, era su refugio privado.
¿Había hecho Lince Veloz y Lily algo más que besarse?
-¿Qué piensas hacer?-le preguntó a su hijo.
-Cuando llegue el momento, huiré de aquí y me llevaré conmigo a Lily-respondió Lince Veloz.
-¿Y adónde iráis?
-A cualquier sitio...Sólo sé que quiero estar con Cabello de Fuego. Es mi sino.
-El "sheriff" os perseguirá. Es un canalla, lo sé. Pero tiene una suerte endemoniada.
-No me importa.
Un animal parecido a un coyote apareció en la cueva. Tanto Lince Veloz como Pluma Roja se relajaron al verlo. Los dos reconocieron a aquel animal. Era "Pike", el perro de Olivia. Iba mucho a ver a Lince Veloz. Los dos se habían hecho buenos amigos.
-Hola, chico-le saludó Lince Veloz.
"Pike" gruñó a modo de bienvenida. Miró a Pluma Roja y también le gruñó suavemente.
-¿Sabe tu ama que vienes a verme?-le preguntó Lince Veloz al perro-Se va a enfadar contigo como se entere. Y nos vas a meter en un lío a todos.
"Pike" lo miró con sus ojos oscuros.
-Cuida de tu ama-le exhortó Pluma Roja.
Y cuida también de mi hijo, pensó el hombre. Cuida de todos nosotros, buen amigo. Vamos a necesitar la protección de todos si queremos sobrevivir. La tarde antes, había visto a Olivia. Volvía de "LA PILARITA".
-Hola, Olivia-la saludó.
Ella le miró.
-Tienes mala cara-observó Pluma Roja.
-Estoy agotada-admitió Olivia-Trabajo mucho.
-Necesitas descansar más.
Pluma Roja había oído algunos comentarios en el pueblo. El doctor Castro, el mismo médico que atendió a Lince Veloz cuando fue herido, había ido varias veces a "LA ISAURA". Olivia había caído enferma. Fiebre cerebral sufría. Algo que tenía más que ver con los nervios que con una enfermedad normal y corriente. El doctor Castro no salía de su asombro. De todos sus pacientes, Olivia siempre había sido la más sana.
Sean estaba preocupado. Aquella tarde, decidió escribirle una carta a su hijo Tyler. Necesitaba desahogarse con alguien. Se encerró en su pequeño despacho. Sacó una hoja. Buscó una pluma. Abrió el tintero, que iba por la mitad. Mojó la pluma en el tintero. Empezó a escribir.

"ALGO MALO LE PASA A TU HERMANA, TYLER.
SIEMPRE ESTÁ ENFERMA. SE RECUPERA Y PARECE QUE VUELVE A SER LA QUE HA SIDO SIEMPRE. PERO ES UNA IMAGEN ENGAÑOSA. ENSEGUIDA, RECAE. TENGO MUCHO MIEDO POR ELLA.
ME ASUSTA LA IDEA DE PERDER A OLIVIA. ME PREGUNTO SI YO TENGO LA CULPA. SI HE SIDO UN BUEN PADRE.
NO SÓLO CON OLIVIA. TAMBIÉN CON TODOS VOSOTROS.
NO QUIERO QUE SE MUERA. PERO LA VEO CONSUMIRSE CADA DÍA QUE PASA MÁS.
LE PIDO A DIOS QUE TENGA COMPASIÓN DE OLIVIA, HIJO MÍO. LE PIDO A TU MADRE QUE INTERCEDA POR MÍ ANTE DIOS. PERO SÉ QUE LE ESTOY PIDIENDO DEMASIADO CUANDO YO APENAS HE SABIDO DARLE. HE SIDO UN EGOÍSTA Y UN MAL MARIDO. Y ESTOY PAGANDO LAS CONSECUENCIAS DE MIS ACTOS.
REZA POR TU HERMANA, TYLER. A TI TE ESCUCHARÁ TU MADRE. Y DIOS TAMBIÉN TE ESCUCHARÁ, HIJO MÍO".

SECRETO DE FAMILIA 2

ENTRADA ELIMINADA.
POR FAVOR, DISCULPEN LAS MOLESTIAS.
GRACIAS.

jueves, 19 de abril de 2012

SECRETO DE FAMILIA: SINOPSIS

Os dejo una historia que acabo de empezar a escribir. Como viene siendo costumbre en mí, es de época. Me chiflan las historias de época, lo tengo que admitir. Los vestidos, las costumbres, los carruajes...¡Lo confieso! ¡Me encantan!
Esta historia transcurre en España. Arranca en el año 1860.
Miguel es un joven de buena familia que sueña con ser escritor. Vive con sus padres y con su hermana menor, Isabel. Él e Isabel, más que hermanos, son amigos, cómplices, confidentes. Mantienen una relación de camaradería y fraternidad. Miguel empieza una relación llena de pasión y de ternura con una hermosa joven vecina suya llamada Daniela que siempre ha estado enamorada de él. Pero la desgracia se ceba sobre ellos cuando Daniela muere repentinamente. Dos años después, con motivo de su puesta de largo, Isabel trata de animar a su querido hermano, el cual vive consumido por el dolor y por la pena. Cuenta con el apoyo del antiguo preceptor de Miguel, Alejandro, un hombre atormentado por la muerte de su amada. Una amiga de Isabel, Victoria, llega a pasar una temporada en su casa. Isabel lee, por casualidad, una serie cartas de amor escritas por Miguel y que van dirigidas a una misteriosa dama. Isabel da por hecho que esa dama es Victoria y trata de propiciar una relación entre ellos. Sin embargo, Miguel guarda un oscuro secreto relacionado con la identidad de la misteriosa dama de sus cartas. Ese secreto, unido a la muerte de Daniela, están acabando con él.
Secretos como los que rodean a la figura de Alejandro y también a la propia familia de Miguel y de Isabel. ¿Saldrán a la luz? ¿Podrá Miguel ser feliz junto a la mujer que realmente ama? Tenéis que descubrirlo en esta historia.
Dejad, como de costumbre, vuestro comentarios opinando acerca de ella. Espero, de corazón, que os guste.

martes, 17 de abril de 2012

PLEAMAR/CRUEL DESTINO 17

ENTRADA ELIMINADA.
POR FAVOR, DISCULPEN LAS MOLESTIAS.
GRACIAS.

CON EL CORAZÓN ROTO 147

Durante años, Jack había vivido atormentado por la imagen de Olivia montando a caballo. Nunca antes había visto un rostro tan resplandeciente como el suyo. Nunca antes había escuchado una carcajada como una suya. Y nunca antes había visto brillar tanto una mirada como la suya. Era absurdo. La amaba. A pesar de que ya tenía dueña.
Porque Danielle existía.
Su presencia se imponía a su amor por Olivia.
No podía dormir.
Vivía atormentado por los remordimientos. Se sentía culpable por estar con Olivia y serle infiel a Danielle. Se sentía culpable por estar casado con Danielle y porque, a su manera, le estaba siendo también infiel a Olivia. Era un egoísta. Debía de pegarse un tiro y acabar con todo.
Olivia y Danielle vivirían más tranquilas y podrían ser felices si él no estaba.
Pero era demasiado cobarde como para quitarse la vida. Era demasiado cobarde como para tomar una decisión.
Sólo sabía que ni Olivia ni Danielle se lo merecían. Merecían otra clase de hombre. Alguien mucho mejor que él...No se atrevía a decidirse. Y eso les estaba haciendo daño a los tres.
Cada vez que abrazaba a Danielle, estaba pensando en Olivia. Cada vez que besaba a Olivia, pensaba en el daño que le estaba haciendo a Danielle. Si acariciaba a Danielle, deseaba estar con Olivia. Cuando caminaba por la calle con Danielle cogida de su brazo, deseaba que Olivia estuviera en su lugar.
Era una situación insostenible. No había consumado su amor con Olivia. Pero sabía que era cuestión de tiempo. Acabaría poseyendo en cuerpo y alma a la joven.
Y se consumaría su adulterio.

Pluma Roja recorrió la llanura buscando a Lince Veloz. Antes o después, el maldito "sheriff" daría con él. Necesitaba decírselo. Lince Veloz debía de huir de Streetman.
¿Por qué no te marchas a otra parte?, pensó Pluma Roja.
No pensaba en enviarlo a las reservas. Eso sería como matarle en vida.
Azuzó a su caballo. Éste fue más deprisa. Oteó el horizonte.
Creía que vería a Lince Veloz.
No lo veía. Su hijo sabía bien dónde esconderse.
El caballo se detuvo.
Estaba extenuado. Pluma Roja desmontó de un ágil salto. Empezó a caminar. Creía que acabaría encontrando a Lince Veloz. Pero la llanura era muy extensa. Había muchos lugares en los que esconderse.
Recordó una cueva que estaba bastante cerca.
Lince Veloz podía estar escondido allí.
Se sintió tentado a llamarlo a voces. Pero creía que el "sheriff" podía estar allí.
¡Maldita sea!, pensó Pluma Roja. Hijo mío, ¿dónde estás? ¿No sabes que ese malnacido te puede encontrar?

CRUEL DESTINO

             Lilith parecía haberse resignado a ser infeliz al lado de Alexander. No era capaz de rebelarse. ¿Qué podía hacer? ¿Solicitar el divorcio? ¿Y qué podía alegar? No era capaz de enfrentarse al escándalo. ¡Ella, que siempre había sido un escándalo andante!
             Aprendió a disimular.
            Era feliz por las noches, cuando Alexander la besaba y la abrazaba.
            O lo fingía. Porque eso no ocurría siempre. Lilith se sentía sola. Su estado de ánimo habitual. Porque siempre había estado sola. Sus padres apenas le hacían caso. Estaban completamente volcados en su hermana menor, Penny. Lilith se rebeló. Pero, más bien, lo que quería era gritarles a sus padres que ella también estaba allí. Los necesitaba. Y ellos...
             Apoyó la frente contra el cristal de la ventana de su habitación. Miró al cielo. Era un típico día londinense. Fuera, estaba lloviendo.
             Sarah estaba a su lado. El viento azotaba las ramas de los árboles. Lilith cerró los ojos y escuchó el sonido lejano de un violín. Casi podía verse así misma bailando el vals en Almacks. Ahora, sentía que no podía salir a la calle. La gente la juzgaría. Pero Sarah no la juzgaba.
           Cogió un libro.
           Lo abrió por un sitio donde el pico de la hoja estaba doblado a modo de señal. Empezó a leer.
           Lilith no la escuchó. Tenía la mirada perdida. Se encontraba sumida en sus pensamientos.


   
           Su matrimonio era un fracaso. Todo el mundo lo sabía.
          Ella lo había dado todo por Alexander. Le había perdonado demasiadas cosas.
          Aún seguía a su lado. Porque lo amaba.
          Quería reunir la fuerza suficiente como para abandonarle. Era Lilith Lawless. Siempre caía de pie.
          Tenía más de gato que de persona. Había sobrevivido a numerosos escándalos. Pero todo era distinto tratándose de Alexander.
            Sarah dejó de leer. Estaba perdiendo el tiempo. Lilith no la estaba escuchando. Y lo comprendía.
          ¿Valía la pena hacer semejante sacrificio por los besos y por las caricias que le brindaba Alexander? Hacía mucho que su marido no la abrazaba. Pocas eran las veces en las que la besaba.
            Sarah se puso a su lado.
-¿En qué piensas?-inquirió.
            Lilith sabía que Alexander estaría en la taberna. Volvería borracho a casa. La obligaría a abrirse de piernas. Contuvo una arcada que subió por su garganta.
-¿Crees que soy una buena esposa?-le preguntó a Sarah-¿Crees que hago feliz a mi marido?
           Sarah guardó silencio. Veía cosas que no le gustaban. Lo tuvo que admitir.
-Es Alec el que no te hace feliz-respondió-Lo tengo que admitir. Estaba equivocada. Creía que Alec te amaba. Pero no se porta bien contigo. Y eso me disgusta. Eres su mujer. Te debe respeto. No sé si tú lo quieres todavía. Empiezo a tener mis dudas. Antes...Os amabáis.
-Me enfrento a él-admitió Lilith-Y eso no le gusta.
-Enfréntate a él siempre. No cedas. Nunca cedas. Si lo haces, te pisoteará. No quiero que sufras.
            Sarah se preguntó cómo sería su vida casada con Darko. ¿Le haría él lo mismo que le estaba haciendo Alexander a Lilith? Nunca lo había pensado. Quería estar entre sus brazos. Pero...¿Valía la pena sacrificar su dignidad por amor?
            Desde que llegó a Llangefni, no había vuelto a ver a Darko.
            Parecía que estaba desaparecido.
            Estaba desesperada.
            Deseaba poder besar de nuevo a Darko. Quería abrazarle. Ansiaba sentir sus caricias en su piel. Tocarle. Estrecharle contra su cuerpo.
             Deseaba entregarse a él. A pesar de que apenas le conocía. Quería ser suya. Lo había decidido.
             O no...
-Yo...-titubeó Lilith-A veces, pienso que ya no quiero a Alexander. Me toma entre sus brazos. Pero no es suficiente. Tantas discusiones...Si yo...
            Lilith creía que todo cambiaría si se quedaba embarazada. Sobre todo, si daba a luz a un niño. Alexander cambiaría. Dejaría de atormentarla con sus celos irracionales. Le sería fiel. Pero sabía que eso nunca pasaría. Los hombres como Alexander nunca cambiaban. Y Lilith estaba empezando a cansarse de luchar. Su matrimonio era una batalla perdida. Debió de haberlo sabido antes. Pero cerró los ojos.
-Alexander no es un buen hombre y no vale la pena que sufras por él-la aconsejó Sarah.
-Aún así, sigo casada con él-le recordó Lilith-Por mucho que me duela. Es mi marido.
           Una lágrima rodó por la mejilla de Lilith.

CRUEL DESTINO

            Sarah deseaba ver de nuevo a Darko. Por eso, no vaciló en aceptar la oferta de Lilith. En Llangefni le sería más fácil verle. Llena de resolución, Sarah planteó la cuestión a sus padres. Estaban todos reunidos en el salón.
             Era una escena demasiado doméstica, en opinión de Sarah.
             Se comparó así misma con la protagonista de El pirata del amor. De casarse con Darko, su vida estaría llena de emociones.
             Sus hermanas estaban sentadas en el sofá. Estaban bordando manteles.
            Su padre estaba leyendo el periódico. Su madre estaba enrollando un ovillo de lana.
             Mi vida no será como ésta, pensó Sarah. Será una vida emocionante.
           Carraspeó. Por fin, logró atraer la atención de su familia.
-Padre...-dijo.
             Intentaría encontrarse con Darko. Estaba convencida de que el amor que le profesaba era también correspondido. El problema era que Darko era demasiado arrogante. Le iba a costar mucho trabajo convencerle de que los dos estaban hechos para estar juntos. Aún así, estaba dispuesta a intentarlo.
             Sarah le enseñó a su padre la carta que había recibido de Lilith.
-No hace nada que regresaste de Llangefni-observó mister Wynthrop-No me creo nada que tengas que irte otra vez.
-Lilith me necesita, padre-afirmó Sarah-Ella y Alec no son felices. Lilith se teme lo peor.
-Los problemas de un matrimonio los soluciona el matrimonio-opinó su madre-¿Qué pintas tú en esa casa? Lo único que harías sería molestar. Un matrimonio en crisis tiene que estar solo. Y solucionar sus problemas. La gente de bien no puede organizar un escándalo. Sería bochornoso. Si se sientan, podrían hablar. Podrían solucionar sus problemas. Conozco a mistress Lawless. Muchos contactos influyentes...Pero una pésima reputación...
-Podría hacer de intermediaria-sugirió Sarah.
-Son sus problemas-le recordó mister Wynthrop.
-Podría ser una buena idea-intervino Mary. Sarah la miró con sorpresa-Sarah es imparcial. Puede hablar con ellos. A lo mejor, hace que reaccionen. Y se pongan a hablar.
               Sarah le sonrió con cariño a su hermana. Me entiende, pensó. Parece que ella también siente algo especial por el señor conde. Y me quiere ayudar.
-Veré lo que puedo hacer-dijo su padre.
              Sarah abrazó con cariño a Mary.
-Gracias...-le susurró.
          Mary sabía que a Sarah le gustaba ir a Llangefni. Ni ella ni Katherine sentían el menor afecto hacia aquella ciudad. Pero Sarah tenía amigos allí. Se merecía estar con ellos.
             Una semana después, Sarah partió con destino a Llangefni. Hizo gran parte del viaje en barca. Un carruaje enviado por Lilith la estaba esperando en el embarcadero. Estaba una criada enviada por su amiga. De aquel modo, no sería motivo de escándalo. Aún así, Sarah hizo el viaje en barca sola. Alegó que ya la atendería al llegar a casa de Lilith la doncella de ésta. No quería sufrir la intromisión de Erika en sus asuntos. La joven la fulminó con la mirada cuando Sarah anunció su decisión. No obstante, la ayudó a preparar la maleta. En su fuero interno, a Erika le inquietaba la caída en desgracia de Sarah.
              Le recordaba demasiado a su propia caída en desgracia cuando vivía en aquel pueblecito de la campiña inglesa.

          El escándalo estaba servido.
           Cuando llegó a la ciudad, la gente no paraba de hablar de lo mismo. Y Sarah se inquietó.
           Lilith Lawless era un escándalo andante. Ni siquiera el matrimonio la había hecho cambiar. El no tener hijos la había convertido en el blanco de todas las críticas. Decían que era estéril. Lilith sabía que eso no era verdad. En el pasado, fruto de sus escarceos con un canalla, Lilith quedó embarazada. Estaba dispuesta a escandalizar al mundo y sacar a su hijo adelante.
           Pero sufrió un aborto espontáneo cuando estaba embarazada de tres meses. Sólo lo supo su doncella, que fue la que la atendió.
            Todavía ardía la piel de Lilith cuando Alexander la tocaba.
            Sin embargo, Lilith no conseguía engañar a nadie. Ni siquiera se engañaba así misma. Su matrimonio era un fracaso. Ni ella era feliz. Ni tampoco lo era Alexander. Apenas veía a su marido. Al menos, pensaba, no la había enviado al campo. Pero no tardaría en hacerlo. Y ése era su mayor temor. Verse sola. Alejada de la capital...De sus amistades...
             Alexander pasaba más tiempo en las tabernas bebiendo hasta perder el sentido. Regresaba a casa oliendo a mujerzuela. Un olor que repugnaba a Lilith.
            Tres años antes, Lilith y Alexander se habían casado.
            Lilith era material usado. Eso lo sabía todo el mundo. Pero era joven y bella.
           Sin embargo, lo que Alexander no le perdonaba a Lilith era su falta de virginidad cuando se casaron. A pesar de que Alexander había superado antes de la boda unas cándidas. Se las contagió su última amante. La esposa de un diplomático francés.
           Alexander seguía frecuentando a sus amantes. Y Lilith aguantó. Hasta que Alexander le contagió una infección. A él se la había contagiado su última amante. La esposa de un Ministro del Gobierno en Londres...Lilith pasó varios días postrada en la cama. Tenía una fiebre muy alta.
            Alexander le contó la verdad cuando se recuperó. Lilith pasó dos días llorando. No quería comer. No quería ver a nadie. Sentía una ciega ira hacia su marido. La había traicionado de la peor manera posible. Entonces, Lilith empezó a frecuentar a otros hombres.
            Cuando Alexander se enteró, empezó a decir que Lilith era poco menos que una prostituta. La estancia de Sarah en Llangefni fue una pesadilla. Siempre estaba mediando entre su amiga y el esposo de ésta. Lilith disfrutaba riendo y coqueteando. Porque le gustaba bailar. Porque era invitada a todas las fiestas. Porque quería ser libre.
             Lilith sufría. Lloraba en silencio. No entendía la actitud de Alexander. No entendía la actitud del mundo en general. Los devaneos de Alexander eran fácilmente perdonados. Pero los suyos no. La criticaban por tener amantes. Pero no criticaban a Alexander por hacer lo mismo. Era algo que Lilith no entendía.
           Sarah no tuvo la estancia que esperaba. No vio a Darko en los días que siguieron a su llegada. Fue a visitar a madame Chardonne para recoger los vestidos que había dejado encomendados antes de su partida. Ella y Lilith apenas hacían vida social. Parecía que nadie quería relacionarse con Lilith.
          Una tarde, salieron a dar un paseo a pie. Lilith iba con el gesto serio. Sus pasos las llevaron hasta la Torre del Reloj. Se encontraba en la Plaza Central de Llangefni. Sarah buscaba con la mirada a Darko.
-Deberías de regresar a Holyhead-le sugirió Lilith.
-¡Pero yo no quiero irme de aquí!-protestó Sarah.
-Nadie me invita a sus fiestas. Ya no voy a reuniones. Me he convertido en una auténtica paria.
-¡Olvídate de eso! Me tienes a mí, Lilly.

Archivo: Llangefni reloj tower.jpeg

            Lilith esbozó una sonrisa irónica.
            Agradeció el tener la amistad de Sarah. De no ser por ella, se habría vuelto loca. Lo último que quería era terminar en la casa solariega de su marido. Sabiendo que él estaba haciendo lo que le daba la gana en cualquier ciudad galesa.
-No te enamores nunca, Sarah-le aconsejó a su amiga-Vas a sufrir demasiado si te enamoras del hombre menos apropiado.
-¿Cuándo vas a solucionar tus problemas con Alec?-inquirió la joven.
            Lilith suspiró sintiéndose cansada. Ella y Sarah tomaron asiento en un banco de la Plaza. Lilith miró con melancolía a una niñera que sacaba de paseo a los dos hijos de sus señores. Deseó haber tenido sus propios hijos. Pero los niños no llegaron. El aborto había estado a punto de matarla. En lugar de eso, la había dejado estéril. ¿Habría servido de algo el haber tenido hijos con Alec?
-En el fondo, eres una chica lista-afirmó Lilith.
-¿Qué quieres decirme con eso?-inquirió Sarah.
-Sabrás lo que quiero decir más adelante. Te he estado observando. Darko Raven te ha dejado impresionada. ¡No me extraña! Es un león. Va al acecho de su presa. La encuentra. La ataca. Y la devora sin piedad. Eso mismo hizo conmigo hace ya unos años.
-Creo que me quiere.
            Lilith lanzó una carcajada irónica. Darko Raven no quería a nadie. Darko sólo se quería así mismo. Sarah acabaría dándose cuenta de ello antes o después.

            Sarah recibió una carta de su hermana Katherine. Se encerró en su habitación a leerla. Habían pasado unos días desde su llegada a Llangefni. Katherine tenía mucho que contar. Desde que la echaba de menos.
            Sarah pensó que tanto ella como Katherine iban camino de convertirse en unas solteronas.
Esto era algo que ningún miembro de su familia podía permitirse.



             Madre sueña con vernos casadas, pero bien. Piensa que nos casaremos con buenos partidos. Mary tiene mucha suerte, en opinión de madre. 
              No me llamo a engaño. En el fondo, sé que madre tiene razón, Sarah. No podemos luchar contra nuestro Destino. Por mucho que nos duela. La sociedad es así. No podemos elegir nosotras. 
Nos buscan marido. Nos dicen con quién tenemos que casarnos. Y hemos de aguantar. Y de callar. 
           Es muy sencillo. Me acuerdo de nuestra institutriz. Nos daba tantos consejos que se forman un revoltijo en mi mente. Nos hablaba del recato. De la resignación...Me pregunto si seré capaz de resginarme. Sé que tú jamás te resignarás. Lucharás. Pelearás. No te rendirás. 
           Eres la más fuerte de las tres, hermana. 
           Me temo que soy débil. 

           Sarah pensó que tenía veintiséis años. No podía quedarse soltera. Y estaba segura de que acabaría casándose con Darko.
           Leyó con avidez la carta de Katherine. Tuvo la sensación de que su hermana se estaba confiando a ella. Y aprovechaba la distancia para hacerle sus confidencias.

            No creas que no quiero contarte mis cosas, hermana. No tengo muchas amigas. Tú y Mary sois mis confidentes. Confío ciegamente en vosotras. Jamás me delataríais. Pero no me fío de Erika. Nos mira como un cuervo. ¿Has visto los cuervos? Pues nos mira de ese modo. Me da miedo. Te lo diego en serio. Yo pienso que tiene algo de cuervo. 
              ¿Te acuerdas de lo que estuviste a punto de ver el otro día en el salón? No te lo imaginaste. Pasó de verdad. Debes de pensar que soy una hipócrita. Te hablo de la resignación. Y no me quiero resignar. Yo también tengo sueños, Sarah. Y tengo mis sentimientos. No puedo reprimirlos. Aunque luche contra ellos.
           Nos viste a mi profesor de piano, mister Winter, y a mí besándonos. ¿Qué estarás pensando? 
          ¿Creerás que soy una perdida? 
         La vida ha seguido su curso. 
          Las clases de piano avanzan bien. 
        Stephen me pidió perdón. Me dijo que había sido un error. Yo soy su alumna. Estoy muy por encima de él. 
           No quiere hablar del tema. Le da miedo que lo rechace. Lo veo en sus ojos. Está enamorado de mí. Pero piensa que no debería de amarme. Hay un gran abismo que nos separa. No creo que padre y madre lo entiendan. 
           Te escribo para desahogarme, Sarah. 
          Por primera vez en mi vida, me he enamorado. Tengo la sensación de estar flotando en una nube. Puedo caminar sin tocar el suelo con los pies. Pero vivo con desasosiego.       
         Es verdad. Lo amo. ¡Estoy locamente enamorada de mi profesor de piano! Y él también me ama. Corresponde a este cariño que siento por él. Un cariño inmenso porque sé que podríamos ser felices los dos juntos. Queremos estar juntos. 
              No me atrevía a contárselo a nadie. 
             Ni siquiera me he atrevido a contárselo a Mary. Te lo he contado porque estás lejos. Y no me echarás un sermón. Conozco bien a Mary. De ella he aprendido a dar sermones. Intuyo que te echarás a reír al leer esta frase. Mary siempre ha sido la más sensata de las tres. No quiero que se preocupe por mí, Sarah. La conozco bien. Debe de pensar que mister Winter es un arribista.  No tiene dinero. Su renta es el sueldo que gana con su esfuerzo. Yo valoro mucho eso. Vive de su trabajo como profesor de piano. Pero quiere ser algo más en la vida aparte de eso, Sarah. 
            Te ruego que me entiendas. 

            La joven sonrió.
           Pero su sonrisa se le borró al pensar en su madre. Mistress Wynthrop deseaba ver casadas a sus tres hijas con aristócratas. De momento, ya había un aristócrata en el horizonte.
           Lord Robert de Caernafon, el conde de Maredudd. Un hombre con una renta elevada...
           El pretendiente de Mary...
           Aquel hombre, el conde de Maredudd, podía convertirse en su yerno a corto plazo. Estaba cortejando a María. Era viudo. No tenía hijos. Pero sí tenía una hermana de veintidós años y una prima paralítica en la isla de Church. La prima se llamaba Emma. La hermana se llamaba Margaret. Y una madre. De su primer matrimonio corrían muchos rumores.
            Estuvo casado con una humilde criada, lo que originó un gran escándalo.
             De la esposa de lord Robert corrían muchos rumores. El más comentado fue el que le era infiel con otro hombre. lord Robert decía que eso era mentira. Que era algo que sus hermanas se habían inventado para hacerle daño. Pero nadie lo creía.
            Sarah dejó la carta encima de la cama. Se sentó en la mesa. Decidió que le contestaría a Mary más tarde.
             Era casi la hora de cenar. Se miró en el espejo. Se dio así misma el visto bueno. Llevaba puesto un vestido que a ella le gustaba. O le gustaría más de no ser por el color. Era de color gris.
            ¿Por qué tengo que usar estos colores tan tristes?, se preguntó Sarah. Pero eso pronto iba a cambiar. Una vez casada con Darko, se vestiría como ella quisiera. Se pondría un vestido de color rojo escotado. ¡Seguro que volvía loco a Darko! Sarah sonrió al visualizar la escena.
             En aquel momento, la doncella que le había asignado Lilith entró en su habitación.
-Perdone que la moleste, señorita-dijo-He venido a prepararla para la cena.
            Sarah arqueó una ceja.
-El vestido que llevo puesto está limpio-le aseguró.
           La doncella se limitó a cerrar la puerta.
-A milady no le gusta que se retrase-le informó-Además, van a cenar solas. Milord no estará.
           Sarah bufó de un modo poco adecuado para una dama.
-Entiendo-masculló.
-Voy a buscarle un bonito vesitdo-le aseguró la doncella.
          Sarah permaneció de pie frente al tocador.
         Desde luego, Lilith había tenido mala suerte en lo relacionado con el amor. Creía que su matrimonio con Alexander era feliz. ¿Por qué se estaban distanciando? No era sólo una sensación que Sarah tenía.
           En los días que llevaba en la casa de Valle Profundo, había visto cosas que la habían desagradado.
           Alexander nunca estaba en casa. Cuando regresaba, lo hacía tarde. Y venía apestando a alcohol. Lilith se ponía a gritarle furiosa.
-¡Hueles a puta barata!-le escupía-¡No te acerques a mí! ¡No me toques! ¡Me das asco! ¡Te odio!
             Sarah sabía lo que venía después.
             Lilith se encerraba en su habitación con un ataque de nervios.

sábado, 14 de abril de 2012

HISTORIA DE DOS HERMANAS 14

Brigitte regresaba a su casa. Había dejado a Sarah en casa de Alexandra. No se dio cuenta de que un carruaje se acercaba a ella. Al darse cuenta, tenía los caballos casi encima suyo. Perdió el equilibrio y cayó al suelo. Pensó que iba a morir arrollada. No fue así.
Cerró los ojos. Pero no sintió los cascos de los caballos pisoteándola. Entonces, sintió cómo unas manos amables la cogían suavemente de las manos y la ayudaban a ponerse de pie.
-¿Estáis bien, señorita?-le preguntó una voz masculina-Lamento mucho lo ocurrido. Disculpadme.
Todavía con el susto pegado al cuerpo, Brigitte no podía articular palabra, de modo que se limitó a asentir con la cabeza. Entonces, su mirada se cruzó con la de aquel hombre. Nunca antes había visto a nadie tan apuesto como aquel desconocido.
Sus ojos eran de un intenso color gris. Sus cejas eran oscuras y pobladas. Su cabello era de un intenso color negro. Sus labios eran generosos y la miraban con una sonrisa. Una perfecta hilera de dientes blancos...Tenía un cuerpo musculoso. Brigitte dedujo que hacía ejercicio. O practicaba boxeo. O practicaba esgrima. No lo sabía.
-¡Qué torpe soy!-se lamentó Brigitte.
Se estaba portando como una descarada. Estaba mirando sin recato a aquel hombre. Apartó la vista de él.
-Vos no tenéis la culpa-le aseguró aquel hombre-La he tenido yo. Decidme que estáis bien.
-Me parece que sí-dijo Brigitte-No tengo nada roto. Pero tendré algún moratón en...Bueno...Ya sabéis.
Se echó a reír. Aquel hombre la coreó.
-Soy sir Joseph Woods-se presentó el hombre-A vuestro servicio, señorita-Le hizo una reverencia. Cogió su mano y se la besó-¿Puedo preguntaros cómo os llamáis?
-Me llamo Brigitte-contestó la joven-Brigitte Allen.
Sir Joseph volvió a besarle la mano.
-Hermoso nombre para una joven tan hermosa-pensó.
-Tengo que irme-dijo Brigitte-Yo...
-Ha sido un placer conoceros, miss Allen. Espero volver a verla.
Brigitte hizo una reverencia tímida. Comenzó a caminar.
Pero se giró una vez más para mirarle. Joseph no podía apartar la vista de aquella joven. Regresaba de un viaje y estaba deseando llegar a casa. No veía la hora de ver a su madre y a su hijo. Y la casualidad había provocado aquel encuentro.
Brigitte, pensó.
Aquella joven le recordaba a su difunta esposa. Dalima, la madre de Victor, era una joven de apariencia delicada. Pero su interior estaba lleno de fuerza y de decisión. La mirada de aquella muchacha le recordaba a Dalima. El recuerdo le hizo daño. ¡La echaba tanto de menos!
Dalima disfrutaba entre sus brazos. Le devolvía beso por beso.
Se preguntó si con Brigitte...
¡Basta!, se reprendió así mismo. No la conoces de nada. Quizás, no vuelvas a verla en tu vida. Súbete a la diligencia y vuelve a casa. Tu madre y tu hijo te están esperando. Olvídate de fantasear con una completa desconocida.
Pero, en su fuero interno, sabía que volvería a ver a miss Allen. Lo intuía.
Se subió al carruaje y reprendió al cochero con dureza.
-La próxima vez, fíjate por dónde vas-le espetó-Casi atropellas a una muchacha.
Recordaba los ojos descarados de Brigitte mirándole y sonrió. La última vez que una mujer le miró así fue cuando conoció a Dalima en Calcuta.

CRUEL DESTINO

                En su casa, habían aprendido a tomar el té cuando el reloj de cuco de pie del salón marcaba las cinco de la tarde.
               En aquellos momentos, estaban tomando el té.
              Eran momentos en los que se sentían más unidos que nunca.
              Mary se sentaba en el sofá, junto con sus hermanas. Se sentía protegida de algún modo.
              Hablaba con ellas. Hablaba con sus padres. No saben nada, pensaba Mary. De saberlo, la habrían repudiado todos ellos. Dirían de ella que era una malvada. No sólo por el simple hecho de ser una perdida. También por lo que había tenido que hacer.
-Os quiero mucho-le dijo a Sarah.
-Nosotros también te queremos, Mary-le corroboró su hermana.
              La joven sonrió. Se sentía feliz en compañía de su querida familia.



-Deberíamos invitar a Su Excelencia-sugirió mistress Wynthrop-Podría venir a vernos. Podría tomar el té con nosotros. O merendar. O comer. Lo que necesita es estar con Mary. Conocerla mejor.
-Madre, yo creo que es un poco pronto-intervino la aludida.
-Y yo creo que es un poco tarde-replicó Sarah-Ya tienes veintiocho años.
-No hace falta que me lo recuerdes-masculló Mary.
-Tu hermana tiene razón-apuntó su madre-Ya no eres una niña, hija mía. Tendrías que haberte casado hace ocho años. Pero no ha sido así. Pero no es demasiado tarde, gracias a Dios.
-Si Mary se casa con el conde, ¿qué va a pasar con nosotras?-se inquietó Katherine.
-Nosotras nos quedaremos a vestir Santos-le aseguró Sarah-Tejeremos la ropita para los bebés de Mary. Tejeremos una ropita especial para su primer hijo. Será el futuro conde de Maredudd.
             Mary le dio un pellizco a su hermana. Sarah se quejó. Mistress Wynthrop las mandó al orden.
-¡Niñas!-las regañó.
            Tanto Mary como Sarah se quedaron quietas.
            Katherine se llevó su taza de té a los labios para disimular una sonrisa.
            Sus padres no sabían nada. Se preguntó si lo ocurrido la semana anterior había sido producto de su imaginación.
             Stephen había acudido aquella semana a darle clases de piano, como siempre. Sin embargo, lo había notado más frío que de costumbre. Parecía estar arrepentido de lo ocurrido entre ellos. Stephen traía unas profundas ojeras. No había podido conciliar el sueño desde entonces.
              Le atormentaban visiones de Katherine con su rubio pelo suelto. Katherine en su cama... Katherine vestida con una camisola transparente...Katherine en su vida...
-Lo siento mucho, miss Wynthrop-se excusó Stephen.
-¿Por qué me pide perdón?-inquirió Katherine.
-Lo ocurrido el otro día estuvo mal. No debió de haber pasado. Le ruego que me perdone.
             Pero Stephen no lamentaba nada. No sabía si Katherine sentía lo mismo por él. Se había precipitado. A lo mejor, la había ofendido con su comportamiento. Ella le sonrió con dulzura. Stephen quería ponerse de rodillas ante ella y jurarle devoción eterna.
-No pasó nada-afirmó-No hemos hecho nada malo.
             Katherine se obligó así misma a volver al presente. Con su familia...
-Ya os buscaremos marido a vosotras dos-decidió mistress Wynthrop. Miró a Sarah y a Katherine-Lo importante ahora es casar a vuestra hermana. El conde de Maredudd tiene contactos. Será fácil casaros a vosotras dos. Sois jóvenes todavía.



-Pero, a lo mejor, nosotras no queremos casarnos con los amigos del conde-replicó Sarah-A lo mejor, queremos casarnos con otras personas.
-¿Qué dices, Sarah?-se escandalizó Katherine.
             La joven se vio así misma conviviendo con Darko. No le daría escrúpulos vivir en un burdel. Si él quería, sería también prostituta. O madame. No le importaba.
            Lo único que quería era estar con aquel hombre que le había robado el corazón. Su sentido común había desaparecido.
-Os casaréis con quienes vuestro padre y yo digamos-sentenció su madre.
           El tono de voz de la mujer era autoritario.
-Sarah...-la llamó Mary-No la contradigas. No quiero perder mi oportunidad.
            Entiendo, pensó Sarah.
-A lo mejor, no me caso con milord-dijo Mary-A lo mejor, se desengaña de mí.
-¿Qué estás diciendo?-se escandalizó su madre-El conde de Maredudd está interesado en ti, jovencita. No digas lo contrario.
-Pero...
               Sarah se puso de pie. Alegó que tenía dolor de cabeza. Abandonó el salón con paso lento. A decir verdad, necesitaba estar sola. Su madre ya había trazado sus planes. Casarla con uno de los amigos del pretendiente de Mary. ¡No lo haré!, pensó Sarah. Me casaré con Darko. Seré lo que él quiera que sea.
             Ya había tomado ella también su decisión. Se casaría con Darko Raven. O no se casaría con nadie.
             Moriría siendo una solterona. De hecho, ya vivía como una solterona.

              A los pocos días, Sarah recibió buenas noticias. Le llegó una carta de Lilith. En ella, la invitaba a pasar unos días en Llangefni. Lilith sentía que su matrimonio con Alexander estaba llegando a su fin. Una dama como ella no se divorciaba. Había otros métodos para hacer vidas separadas en un matrimonio.
              Lilith necesitaba el apoyo de Sarah. Necesitaba a su buena amiga.
              Por supuesto, Sarah ignoraba todo esto.
              Lo único que tenía en mente era que, si estaba en Llangefni, le sería más fácil volver a ver a Darko. Deseaba volver a verle.

HISTORIA DE DOS HERMANAS 13

Aquel verano que no fue verano, un pintor hizo un retrato de Sarah y de Brigitte. Los Allen le pagaron bastante bien por hacer los dos cuadros. Sarah se mostró entusiasmada con la idea. En cambio, costó bastante convencer a Brigitte para que posara.
-Todas las jóvenes tienen un retrato suyo-le dijo mistress Allen-Tú no vas a ser la excepción. Relájate y no pienses en nada mientras te están dibujando.
Luke seguía yendo a visitar a Sarah. O se hacía el encontradizo con ella en el mercado. Sabía, por mediación de conocidos suyos, que la dote de Sarah era bastante elevada. Él tenía una renta elevada. No necesitaba una esposa rica. Lo que necesitaba era una esposa joven. Y hermosa.
De las dos hermanas Allen, Sarah era la que reunía las condiciones que estaba buscando. No existía mujer más hermosa que ella en toda la región.
Su cabello era largo y abundante, de color rojo fuego. Sus ojos eran de un color azul cielo intenso. Medía un metro ochenta. Era más alta que cualquiera de las mujeres que Luke conocía. Pero eso no le importó. Los labios de Sarah eran carnosos. Poseía una figura esbelta con suaves curvas. Era imposible no quedarse mirando a Sarah con admiración.
En cambio, Brigitte estaba bastante acomplejada por su altura. Aunque le decían que era normal que fuera bajita, Brigitte se sentía como una gnoma al lado de Sarah. Esto no es normal, pensaba. No es normal que sea tan bajita. Cualquier día, Sarah no me va a ver. Y me va a pisar. Y...
Mistress Allen le quitaba hierro al asunto. Le decía que a los hombres les gustaban las mujeres bajitas. Pero lo cierto era que mistress Allen medía un metro setenta. O sea, que no era bajita. Sino todo lo contrario.
Brigitte medía un metro cincuenta y cinco. Creía que "y cinco" sobraba. Su cabello era de color rubio muy claro. Se ondulaba fácilmente tras haber llevado trenza. Sus ojos eran de color azul cielo y su nariz era romana (pequeña y puntiaguda). Sus labios eran de trazado delicado. Era delgada. Y sus caderas eran anchas. Como las caderas de Sarah. Ese tema preocupaba a mistress Allen. En el futuro, sus hijas tendrían problemas a la hora de dar a luz. Porque creía que Brigitte se casaría.
Brigitte era delgada. No tenía curvas. Comía mucho. Pero lo consumía enseguida.
En cambio, Sarah comía como un pajarillo. Mistress Allen le hacía ver a Brigitte que su hermana sí se comportaba bien a la hora de comer. La pena era que Sarah no hacía gala de sus buenos modales fuera de la mesa. Era demasiado directa con la gente. Hablaba mucho. Decía todo lo que pensaba. Y eso no estaba bien visto. Luke quería cambiar aquella cualidad de Sarah una vez casados. Se lo había dicho a sus amigos. Pero éstos no veían posible una unión entre él y la hermosa Sarah.
Sabían que la joven no quería saber nada de él y que, de hecho, cuando iba a verla a su casa, procuraba evitarle. Sarah iba siempre directa al grano. No le importaban las consecuencias de sus actos. Prefería ser sincera. Y odiaba a la gente que era hipócrita.

A las cinco de la tarde, la criada sirvió el té en el salón de la casa de los Allen. Brigitte se sirvió dos cucharadas de azúcar.
-Estoy deseando que acabe este verano-afirmó mistress Allen.
-No te quejes, mamá-sonrió Brigitte.
Mistress Allen bebió un sorbo de su taza de té.
-Nunca me quejó-dijo la mujer.
-Te pasas la vida refunfuñando, mamá-le recordó Brigitte.
Mistress Allen tenía un buen motivo para quejarse. A la edad de Brigitte, ella ya estaba casada. Y Brigitte ya había nacido. Y Sarah estaba en camino.
-Tú no tienes hijos-suspiró mistress Allen-No puedes entender lo que pasa por la cabeza de una madre cuando tiene hijos. Siempre pensé que vosotras seríais distintas. Que acabaríais con la mala racha que persigue a la familia Allen desde hace mucho tiempo. Pero no ha sido así.
-Mamá, hemos tenido buena suerte-insistió Brigitte-El pasado ha quedado atrás. No hay que darle más vueltas.
-Mi madre...Mi abuela...Mi bisabuela...Mala suerte hasta hace cientos de años. Es nuestro sino. Por lo menos, tú has tenido la suerte de no haberte enamorado de un canalla.
Mistress Allen añadió para sus adentros:
"Y de no haberte casado sin amor, como me pasó a mí".
-Sarah se casará con un buen partido, mamá-la tranquilizó Brigitte-El amor llega con la convivencia. La tatarabuela tuvo más suerte. Se casó. Y fue feliz.
-A veces, pienso que no quiso a tu tatarabuelo-se lamentó mistress Allen-Sólo quiero que vosotras seáis felices.
-Y vamos a ser felices, mamá.

viernes, 13 de abril de 2012

HISTORIA DE DOS HERMANAS 12

De las dos, Brigitte siempre había sido la más introvertida. Sarah creía que su carácter callado la había llevado a fracasar en su puesta de largo. Brigitte no era fea. Sarah sabía que tenía su carácter. Y que tenía sus propias ideas acerca de la vida y del amor.
Era la innegable belleza de Sarah la que opacaba a Brigitte.
La joven era dulce y abnegada. Era muy devota. Iba a la Iglesia con frecuencia. Rezaba mucho.
Era una joven recta, honrada y leal. Pensaba en trabajar. Lo había hablado con su padre. Mister Allen se negaba y le decía a Brigitte que debía de dejarse de tonterías y de buscar también ella un marido apenas llegaran a Dublín. A lo que la muchacha se negaba. No quería depender de nadie porque sabía que nunca se casaría y también sabía que sus padres no vivirían toda la vida; se negaba a vivir de la caridad de Sarah y de su posible marido.
Creía que Luke era el mejor partido para Brigitte. Tenía mucha experiencia. Era un poco mayor que ella (unos quince años). Era cortés. Era apuesto. Y era educado. Admiraba la gran belleza de Sarah. Y sabía que, a pesar de su carácter, era virtuosa. Había estado con demasiadas mujeres y quería descansar.
Quería tener hijos. Sarah era hermosa, era joven y estaba sana.
Veía en Brigitte a una posible aliada. Sarah acabaría escuchando a su hermana.
Sarah era muy coqueta. Le gustaba vestir bien. Se pasaba las horas arreglándose delante del espejo.
Creía que Brigitte se había vuelto loca. ¿Cómo podía estar pensando en colocarse como dama de compañía? La gente hablaría de ellas en Dublín y Sarah temía que la locura de Brigitte empañara su temporada.
Sarah entró en la habitación de su hermana. La encontró leyendo el periódico. Debe de estar mirando los anuncios, pensó Sarah. Brigitte estaba buscando alguien que buscara una dama de compañía.
-No deberías de hacer eso-le dijo Sarah.
Se sentó en la cama, al lado de Brigitte.
-No quiero vivir de la caridad de nadie-afirmó la joven.
-No digas tonterías-bufó Sarah-Acabarás casándote.
Brigitte negó con la cabeza. Su hermana era demasiado optimista.
Hacía mucho frío. Fuera, había empezado a llover con fuerza. Sarah le arrebató el periódico a Brigitte. Necesitaba enterarse de los últimos cotilleos que circulaban por la ciudad.
-¡Lo estaba leyendo!-la regañó.
-Estás perdiendo el tiempo-replicó Sarah-Este verano está siendo muy aburrido. No ha salido el Sol. No parece que sea verano. Parece que no acaba el invierno.
-Entonces, no habrá ocurrido nada interesante en la capital.
Brigitte llevaba un chal sobre sus hombros. El brasero estaba encendido en la habitación.
Un agradable calorcillo inundaba la estancia.
-¿Y qué es lo que dice?-inquirió Brigitte.
-Sir Joseph Woods está en la ciudad-contestó Sarah.
Brigitte no conocía a aquel hombre. Sólo lo conocía de oídas. Igual que Sarah.
-He oído que se casó en Calcuta-comentó Brigitte.
Sarah le contó que sir Joseph había enviudado. La boda fue considerada un escándalo en la alta sociedad irlandesa porque la esposa de sir Joseph era una joven hindú de alta casta.
-Tuvieron un hijo, Victor-contó Sarah-Sir Joseph lo ha traído consigo. Nadie quiere relacionarse con él. Ni con él ni con lady Woods, su madre. El único crimen que ese hombre ha cometido ha sido enamorarse y casarse.
Brigitte creyó que algunos miembros de la alta sociedad eran idiotas de nacimiento. Sir Joseph no había quebrado ninguna ley divina al casarse con una mujer de la que estaba enamorado. Había tenido la mala suerte de quedar viudo y con un hijo pequeño a su cargo. Muchos hombres y muchas mujeres corrían esa misma mala suerte.
-Pero han recibido el apoyo de mucha gente-recordó Brigitte.
-Esos hombres y esas mujeres no son tan ricos ni tan poderosos como lo es sir Joseph-puntuó Sarah-Y él se enamoró de una hindú. Y su hijo es mestizo. Eso es algo que ningún miembro de alta sociedad perdona. Los han condenado al ostracismo.
-Imbéciles.
-¿Quiénes?
-Esos...Son idiotas. ¡No es ningún delito enamorarse! ¡No es ningún delito perder a la persona que amas! Sir Joseph Woods hace bien. Que se aparte de esa gente y que críe a su hijo en paz.
Por algún motivo, Brigitte se sentía identificada con sir Joseph. Sarah lo percibió en el tono apasionado con el que se refirió a él.
-Me dan pena-comentó la joven-Espero que la gente recapacite. Y que vuelva al redil. Sería un soltero cotizado. Rico y libre...
Le devolvió el periódico a Brigitte.

CRUEL DESTINO

           Cogidas del brazo, las hermanas Wynthrop fueron a visitar a la modista aquella tarde.
           Katherine quería aparecer guapa ante mister Winter. Aquel hombre la había besado y parecía que estaba interesado en ella.
-Te noto muy contenta esta tarde-observó Mary.
-Tengo mis motivos para estar de buen humor-le aseguró Katherine.
-El amor está flotando en el aire-apostilló Sarah.
            Mary se echó a reír. Pero Katherine se puso roja al escuchar aquel comentario.
-¿Por qué dices eso?-quiso saber.
-Porque nuestra Mary está enamorada-contestó Sarah-Y es normal que tú y yo nos enamoremos antes o después. Piénsalo. Somos jóvenes. Tenemos una buena dote. Gozamos de una salud de hierro. Somos hermosas. Nos relacionamos con la gente. ¿Por qué no vamos a enamorarnos? Fíjate en Mary. ¡Ha enamorado a un conde!
             Mary no quería pensar en eso.
             Estaba mal decirlo. Pero estaba orgullosa de su hazaña. Sin embargo, un pensamiento vino a estropear aquella alegría.
             No sabe nada, pensó. Sabía que, antes o después, tendría que contárselo. El conde no era ciego. Se daría cuenta. Mary sintió cómo un escalofrío recorría su columna vertebral. ¿Cómo se lo digo?, se preguntó. ¿Qué dirá cuando se lo diga?
-¿Estás bien?-se interesó Sarah-Te has puesto pálida.
-Estoy bien-mintió Mary-Me he mareado un poco.
-¿Quieres que volvamos a casa?-le sugirió Katherine.
-No, gracias. Con el aire de la calle me espabilo. No he desayunado gran cosa esta mañana. No tenía mucho apetito.
            Sarah acarició el cabello pelirrojo de Mary, que llevaba recogido en bucles. Estaba muy hermosa aquella tarde.
             Pensó en Darko mientras entraban en la tienda. Deseaba poder confiarse a alguien y contarle a sus hermanas lo que le pasaba. Pero no podía. Guardó silencio. Katherine se desmayaría de la impresión y Mary le echaría en cara que se hubiera enamorado de alguien como Darko. Ladrón...Proxeneta...
                 Con un poco de suerte, podría acabar casada con uno de los aburridos amigos del conde de Maredudd, pensó Sarah.
                La idea la repugnó.
               La modista salió a recibirles.
-Bonsoir, mademoiselles-las saludó en francés-Siempre es una agradable sorpresa recibirlas.
-Merci-contestó Mary-Venimos a encomendar telas. Queremos hacernos vestidos nuevos.
-Yo...-intentó hablar Sarah.
              Pero Mary la interrumpió.
-Las tres queremos hacernos vestidos nuevos.
             Mary fantaseaba con la idea de encomendar su ajuar de bodas. Pero pensó que estaba yendo demasiado deprisa. No he de precipitarme, pensó. Unos cuantos besos en la mano no significaban nada. Y tendría que contarle a lord Robert lo que le ocurrió en Cardiff. Mary sintió que todo le daba vueltas. ¡Ella jamás le contaría al conde lo que le había pasado! ¿Se moriría de vergüenza?
-Mary, ¿qué te pasa?-le preguntó Sarah-Te has puesto pálida de pronto.
-Es por el calor-respondió María-Hace mucho calor. Pero ya se me ha pasado.
-¿Lo dices en serio?-inquirió Katherine-Es la segunda vez que te pasa. Deberíamos de ir a ver al médico. Tú no estás bien.
-Cathy tiene razón-intervino Sarah-No creo que sea el calor. O el no haber desayunado. ¿Seguro que estás bien?
              Había preocupación en la voz de su hermana al dirigirse a ella. Mary odiaba tener que mentirle. No se sentía capaz de decirle la verdad. No delante de Katherine...Mary estaba temblando.
-Mary...-susurró su hermana.
-No me pasa nada-mintió la aludida-En serio...
              Quería cerrar los ojos. Quería olvidar para siempre lo ocurrido aquella espantosa noche. Y lo que ocurrió meses después. No había sido culpa suya. Estaba asustada. Y desesperada...Y...Obró así por miedo.



-Por supuesto que sí. Anda. Sigamos mirando telas. Hemos venido a eso. ¿No?
              Mary sonrió. Pero eso no pareció tranquilizar del todo a sus hermanas.
             Las hermanas Wynthrop tenían la misma altura. Tenían unas facciones muy parecidas. Las tres llevaban vestidos oscuros. Mary quiso comprarse un camisón nuevo. Katherine quedó prendada de un par de guantes de color blanco.
-¿No quieres comprarte un sombrero, Sarah?-le preguntó Katherine a su hermana.
-No, gracias-respondió la aludida.
-Como quieras. Pero deberías de hacerme caso. Los sombreros que tienes son muy viejos.
             La modista sacó telas de tres tonos. Marrones, negras y grises. Katherine y Mary las estuvieron observando. Estaban maravilladas.
-¡Mira, Sarah!-llamó Mary a su hermana-Acércate. Fíjate. ¡Qué preciosidad! ¿No crees?
             Sarah estaba pensando en Llangefni. Se había comprado ropa allí.
             La modista no paraba de parlotear. Hablaba de la calidad de la tela. De lo bien que le sentarían a las hermanas los vestidos.
              Y Sarah recordaba la calle de madame Chardonne.
              Al cabo de un rato, salieron de la modista.
              Era la hora del té. Habían abierto un salón de té en la esquina de la calle. Las tres decidieron ir a ver cómo era.
              A Sarah le disgustó ver que las paredes del salón estaban pintadas en un tono fuerte de rosa. Ella y sus hermanas tomaron asiento en una mesa del fondo. Había centros florales en las mesas. Se mezclaban los olores de las rosas, los jazmines y los claveles, así como con otras flores. Era un olor muy fuerte.



             Una mujer les sirvió una taza de té con limón a cada una. Depositó una bandeja con sándwiches encima de la mesa.
-La decoración de este lugar es horrible-opinó Sarah.
             Mary cogió un sándwich. Le dio un mordisco.
-Pero estarás de acuerdo conmigo en que la comida es exquisita-afirmó.
             Estuvieron cerca de una hora en el salón. Hablaron de muchos temas.
-Me gustaría vestir de tonos más claros-se sinceró Katherine-¡Parezco una solterona vistiendo siempre de oscuro! Y no soy tan vieja. ¿Verdad que no?
             Había poca gente en el salón de té. Mary, Sarah y Katherine se sintieron libres para hablar de cualquier tema. Hablaron de Robert. Mary se sentía emocionada. Había logrado atraer la atención de un auténtico aristócrata.
-Pero tengo miedo de no ser digna de él-le confió a sus hermanas-No sé si estaré a su altura.
-¡Bobadas!-exclamó Katherine.
-Serás una condesa perfecta-auguró Sarah.
             Mary agradeció las palabras de apoyo de sus hermanas. Sin embargo, seguía teniendo sus dudas. No se atrevía a confesarle a lord Robert lo que le había pasado. ¿Y si la repudiaba? ¿Y si no quería volver a saber de ella? No era digna de él. Pero, aún así, seguía soñando.
-Se está haciendo tarde-advirtió.
             Habían terminado con sus tazas de té. Se habían comido todos los sándwiches que había en el plato. De hecho, Katherine estaba terminando de comerse un sándwich. Era de paté. Pagaron a medias. Salieron del salón. Katherine acabó de comerse el sándwich. Se limpió los restos del mismo con un pañuelo que sacó de su bolsillo.
-¡Mirad quién viene por aquí!-exclamó Sarah.
-¡Oh, Dios mío!-exclamó también Katherine-¡Es el conde!
-¿Qué decís?-se inquietó Mary.


     
             Pensó que sus hermanas estaban gastándole una broma. Pero no fue así.
             Katherine y Sarah avanzaron al ver que lord Robert se acercaba a ellas. Se miraron con gesto de complicidad.
-Te esperaremos en la esquina-le dijeron a Mary.
               Le guiñaron un ojo.
               Lord Robert vio cómo Sarah se alejaba acompañada de Katherine; acto seguido, se volvió hacia Mary, le cogió la mano y se la besó largamente. Es hermosa, pensó. Es agradable.
-¡Oh, Sarah!-exclamó Katherine-¡Míralos! ¡Qué buena pareja hacen! ¿Te has fijado en cómo se miran?
                Sarah los miró de refilón.
                 Le dio la razón a Katherine. El gallardo conde y la pelirroja Mary...Podían ser muy felices juntos. Se lo merecían.
             Pero ella no veía más allá de Darko. Se preguntaba cuándo lo volvería a ver. Quería estar con él a todas horas.
             Mary y Robert estuvieron hablando durante mucho tiempo.
-¿Qué estarán diciéndose?-preguntó Katherine-Sarah...¿Puedes leerles los labios?
-Jamás he intentado leer los labios de una persona-respondió la aludida.
-Pero...¿Qué se dicen? ¿De qué están hablando? ¡Quiero saberlo!
                 Ante el estupor de Sarah y de Katherine, Mary miró en todas direcciones. Se puso de puntillas y le dio un suave beso a Robert en los labios. Se alejó de su lado apresuradamente. Estaba ruborizada, pero una sonrisa radiante iluminaba su hermoso rostro. Lo que había hecho no era propio de ella.
-¡Mary!-se asombró Sarah.
-No pienso decir nada-canturreó la joven.
              Comenzó a caminar alegremente delante de sus hermanas. Katherine y Sarah se echaron a reír.
              Estaban muy contentas porque era la primera vez en mucho tiempo que veían a Mary tan contenta.
-Dentro de poco, habrá boda en la familia Wynthrop-auguró Sarah.
             Katherine asintió, también segura de que Mary sería la próxima condesa de Maredudd. Aún era joven. Podía tener hijos sin problemas. Con un poco de suerte, le daría unos tres hijos al conde. Y serían muy felices.
              Cuando llegaron a casa, su madre las estaba esperando en el salón. Vio el rostro risueño de Sarah y Katherine y el rostro arrobado de Mary. Tuvo, entonces, la sospecha de que habían visto al conde.
Se sentaron en el sofá. Le contaron a su madre las telas que habían visto.
-Hemos visto al conde de Maredudd-afirmó Sarah-Y ha estado hablando con Mary.
             Mistress Wynthrop miró con orgullo a su hija mayor. Estaba segura de que su hija había enamorado a su aristocrático pretendiente.

CRUEL DESTINO

            Sarah no pudo conciliar el sueño aquella noche. El recuerdo de lo sucedido con Darko en el jardín acudía una y otra vez a su mente. Y, por el otro lado, estaban María y Catalina.
             Sarah se sentó en la cama. Encendió la vela que estaba en la mesilla de noche. Por lo visto, ella y sus hermanas habían encontrado el amor. Mary se casaría con aquel conde. Con un poco de suerte, Katherine acabaría con mister Winter. Y ella...Se había enamorado de un delincuente.
            Era absurdo, pensó. Lo conocía muy poco. No sabía nada de aquel hombre. Pero lo amaba. Su corazón se lo había dicho. Darko Raven era el hombre indicado para ella. A pesar de todo...
-No sé qué será peor-pensó Sarah-No casarme con nadie. O casarme con Darko. Madre no lo aprobará. Y padre...
                Suspiró.
               Se acostó de nuevo y se acurrucó entre las mantas. Oía a lo lejos el sonido de las olas.



-A lo mejor, Kathy tiene más suerte-pensó Sarah-Mister Winter no es ningún delincuente. Se gana la vida de manera honrada dando clases de piano. Podría ser feliz a su lado. Y yo quiero ser feliz al lado de Darko.
              Tanto ella como Mary y como Katherine iban camino de convertirse en unas solteronas.
               A su edad, otras jóvenes estaban casadas y con tres o cuatro hijos. El carácter de las hermanas Wynthrop imposibilitaba una boda. O eso decían los pretendientes que habían tenido.
               Pero el conde se había interesado en Mary.
               Sarah lo había conocido ya. Tenía que admitir que era un buen partido. Era apuesto y elegante. Trataba a Mary con mucho cariño, a pesar de que hacía poco que la conocía. Parecía que estaba realmente enamorado de ella.
-Darko es diferente-pensó Sarah.
              Aquel hombre tan apuesto, tan misterioso y tan viril se había fijado en ella. A pesar de que sólo lo había visto en cuatro ocasiones, Sarah no podía dejar de pensar en él. Su encuentro en el jardín había sobrepasado sus fantasías de solterona. Estaba casi segura de que sus sentimientos hacia Darko eran correspondidos. Había ido a verla.
            Ningún hombre corría tantos riesgos por una mujer. A menos, claro, que sintiera algo hacia esa mujer. Sarah nunca pensó que, posiblemente, lo que Darko pretendía era divertirse un poco con ella y, después, olvidarla. Desde que la vio con Lilith cerca de la tienda de madame Chardonne, había quedado prendado de aquella belleza morena despampanante y esbelta. Sus ojos eran de mirada apasionada. Y quería intentar llevársela a la cama. Ninguna dama se le resistía.
            Darko pensaba también en Sarah.
           Pero no pensaba tanto como ella. Sabía que Sarah no se iría a la cama con él tan fácilmente. Debía de armarse de paciencia y seguir cortejándola. O fingir que la cortejaba.
            Sarah acabaría rendida ante él. Como las otras.
            El problema estaba en su orgullo.

            Tampoco Katherine podía conciliar el sueño aquella noche.
            Dio muchas vueltas en la cama. Sus pensamientos la llevaban hasta lo ocurrido entre ella y Stephen en el salón. Sarah, de milagro, no había visto nada.
-No creo que sospeche nada-pensó Katherine.
           Se dijo que tendría que hablar con ella. Pero era una idea absurda. Katherine ya tenía veinticuatro años.
            Estás empezando a soñar, se regañó así misma. Y eso no es bueno.
            Se acurrucó en la cama.
            Cerró los ojos. Pensó que debía de renunciar a Stephen.
            Aquel amor era imposible y los dos lo sabían. Sin embargo, Katherine no estaba muy segura de querer renunciar a él.
            Me ama, pensó la joven.
            Aquella certeza la llenó de alegría. ¡Por fin sabía lo que era ser amada por un hombre!
            Sonrió para sus adentros. ¿Por qué no se daba así misma la oportunidad de ser feliz? ¿Y si tenía que rebelarse contra su familia para ser feliz? No he de tener miedo, se dijo. He de arriesgar. Está en juego mi felicidad.
             Con aquellos pensamientos, se quedó profundamente dormida.



              A la mañana siguiente, Erika entró en la habitación de Sarah. Vio que la joven estaba ya levantada y miraba por la ventana. Sarah no había podido conciliar el sueño en toda la noche y se puso de pie antes del amanecer.
-Buenos días, señorita Sarah-la saludó Erika.
                La aludida se giró para mirar a la doncella.
               Cada vez que cerraba los ojos, Sarah sentía los labios de Darko sobre los suyos. Al mirar a su señora a los ojos, Erika adivinó unas profundas ojeras que le afeaban el rostro. Su expresión estaba cargada de preocupación.
-No ha dormido nada esta noche-apuntó.
-No es asunto tuyo-replicó Sarah.
-Ese hombre no me gusta nada.
             Sarah se puso tensa mientras Erika vaciaba una jarra con agua fría en la jofaina.
-No he mencionado a nadie-replicó Sarah-Te inventas historias para fastidiarme.
            Sarah cogió una esponja, la mojó en agua y se lavó el cuerpo. Se quitó el camisón. Erika cogió un vestido del armario. Sarah se puso los calzones y las medias.
             Se fijó en el vestido que la doncella le había sacado del armario. Era un vestido de color marrón muy recatado. El vestido apropiado para una solterona, pensó Sarah. La rabia se apoderó de ella. No habló mientras Erika la ayudaba a ponerse aquel vestido.
             Le cepilló el cabello. Sarah seguía sumida en un profundo mutismo.
-Debería de estar contenta-le habló Erika. Sonrió con cierta insidia-Su hermana podría convertirse en condesa.
             Había mucha malicia en su voz al hablar.
-No me interesa-replicó Sara.
-Si se convierte en la cuñada del señor conde, le van a llover ofertas de matrimonio. A usted y a miss Katherine...
-No me interesa.
-¿No quiere casarse, señorita?
-Me casaré cuando yo quiera y con quien yo quiera.
-Creo que se casará con quien su padre le diga.
-Eso no va a pasar.
-De momento, miss Mary ha tenido suerte. Le pido a Dios que el señor conde se fije en miss Mary. Será un beneficio para todos. El conde es un hombre muy rico y poderoso. A su lado, a miss Mary no le va a faltar de nada. Vivirá como una Reina. Y será la madre del futuro conde. ¿Sabía usted que es íntimo amigo del Rey Jorge? Miss Mary ha sido la que me lo ha contado. Dice que desearía conocerle. Al Rey Jorge...
-No creo que el conde vaya a viajar con mi hermana a Londres sin estar casado con ella.
-¡Pero se casarán! El conde es todo un caballero. Adora a su hermana.
-Lo veo.
-¡No lo ve! Parece que está usted ciega. Pero no me engaña. Yo sé quién la ha cegado. ¡Ese miserable! ¡Será su ruina, miss Sarah! ¡Se lo advierto!
             La aludida se giró furiosa hacia Erika. ¿Cómo se atrevía a hablar mal de Darko? ¡Si ni siquiera lo conocía!
              Le habría gustado darle un bofetón. Pero Erika podía devolverle el golpe. La conocía demasiado bien. Sarah sintió que le temblaba todo el cuerpo. Respiró hondo.
            Tenía que tranquilizarse. Lo último que le convenía era enemistarse con su doncella. Erika tenía que servirle como tapadera en sus próximos encuentros con Darko. Porque estaba segura de que volverían a verse. Aquel pensamiento la tranquilizó. Volveré a besarle. Me abrazará. Sarah sonrió para sus adentros. Sus ojos se iluminaron.
             Erika lo advirtió.
-Tenga cuidado, miss Sarah-le dijo.
             La joven se puso de pie.
-Se me está haciendo tarde para desayunar-se limitó a decir.
-Le estoy hablando en serio-insistió Erika-Ese hombre le hará mucho daño.
               Sarah no la escuchaba.
              Pero pensaba que tenía razón. Su familia no estaría tan pendiente de ella si María se prometía con el conde. Sarah tendría más libertad de movimiento. Nadie le preguntaría adónde iba. Ni con quién estaba. Hasta Erika la dejaría en paz.
              Sonrió para sus adentros. La suerte parecía que le estaba sonriendo.